viernes, 18 de enero de 2013

EL HÉROE (18/01/2013)

No pudo ser un gesto premeditado. Las posibilidades de que el atleta que llevas por delante y que se dispone a ganar la carrera se detenga súbitamente y se ponga a saludar al público cuando aún le quedan quince metros para llegar a la meta son tan remotas, que ningún manual de atletismo te puede prevenir sobre una situación así. El vitoriano Iván Fernández tuvo que improvisar. Se disputaba el cross de Burlada (Navarra) y el corredor despistado era nada menos que el keniata Abel Mutai, medallista olímpico en Londres. Con el corazón desbocado y las piernas doloridas tras diez kilómetros de agónico esfuerzo, me pregunto de qué cantidad de energía disponía el cerebro de Iván para analizar las posibilidades y tomar una decisión. Imagino que muy poca. Lo más sencillo era no pensar, dejarse ir y adelantar a ese pobre muchacho negro allí parado, preguntándose por qué el público le grita en ese idioma incomprensible. Pero Iván no lo hace. Lo intenta primero con gritos -¡Sigue, sigue! ¡Que la meta está ahí!- y luego pasa directamente a los empujones. En el final de carrera más absurdo que la entendida afición de Burlada hubiera contemplado jamás, Abel Mutai cruza la meta en primer lugar con cara de no entender nada, empujado por el joven Iván, estudiante de FP aspirante a atleta profesional, que ha renunciado a una victoria segura para no aprovecharse del error de su rival. Todo lo que ocurre a partir de entonces es también sorprendente. Las ondas del extraordinario gesto de deportividad de Iván comienzan a extenderse de forma imparable; en la prensa, en las redes sociales, por todo el mundo. Los cínicos se ablandan, los descreídos creen por un rato y el gesto de Iván nos enorgullece a todos. Porque nos descubre que somos mejores de lo que pensábamos. En eso consiste el oficio de los héroes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario