viernes, 4 de enero de 2013

KANDINSKY (04/01/2013)

Izarbe ha empezado a ir al colegio este año. Me puedo imaginar la mezcla de emoción y temor que sentirán todavía sus padres cuando la vean salir cada mañana con su mochilita, camino de clase. Allí no podrán protegerla tanto. Allí comenzará a vivir sus primeras experiencias de pequeña persona, a aprender los códigos de comunicación, las normas, los valores... En este caso, el tamaño liliputiense del mobiliario escolar no encaja del todo bien con la suprema importancia de lo que ocurre en las aulas de educación infantil; produce algo de vértigo pensarlo, pero los primeros tres años de vida colegial marcarán en alguna medida su futuro. Hace unos días fuimos a su casa, de visita. Antes de hacer un repaso a los juguetes de Papa Noel, Izarbe quiso enseñarnos el trabajo que había estado haciendo en clase durante las últimas semanas. “Kandinsky”, rezaba un gran rótulo de colores sobre el lomo de una simpática cartera de cartulina. Durante unos instantes me pregunté de quién sería la insensata idea de utilizar el apellido del insigne pintor ruso Vassily Kandinsky (1866-1944), precursor del arte abstracto, para ponerle nombre a un payasito, a una rana o a Dios sabe qué. Pronto comprobé mi error. Con una sonrisa de satisfacción, Izarbe fue sacando de su cartera reproducciones de cuadros de Kandinsky, ¡el artista ruso!, nacidas de su paleta colorista e infantil. Aquí una “Composición IV”, allá unos “Cuadrados y círculos concéntricos”. Sopla. Yo sí que me quedé a cuadros. Algunos aguafiestas se preguntarán ahora para qué necesitan unos niños de tres años saber quién era el tal Kandinsky. A mí me parece un acierto total. Entre otras cosas, porque sospecho que Kandinsky se inspiró en un niño para crear el arte abstracto. Eso, o lo inventó mientras hacía garabatos durante una clase aburrida. Feliz colegio, Izarbe.

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