viernes, 22 de febrero de 2013

TRANSPARENCIA (22/02/2013)

Es la nueva palabra mágica. La solemnidad de sus trece letras, su versatilidad – también se acepta “trasparencia”, a emplear cuando no queramos pasar por refinados – y la rotundidad sonora de su juego de vocales, la hacen de presencia obligada en el discurso de todo político de partido mayoritario que se precie. Parece que su sola mención va a acabar con los micrófonos-florero, los “nomeconsta”, los ex-tesoreros de partido blindados por secretos inconfesables y los misterios ere y sus millones evanescentes. Hoy en día, hasta el Papa de Roma tiene que ser transparente. El problema de tanta transparencia es que nos enteramos de los sueldos que gana el personal, y nos da por hacer comparaciones. ¡Ahora entiendo por qué mis padres me decían que era de mala educación hablar de dinero! Tomemos dos ejemplos, uno de cada partido mayoritario para que nadie se ofenda, aunque hay muchos más. Pedro Solbes, ex-ministro del gobierno del Partido Socialista Obrero Español, es fichado en 2011 por la compañía Enel (que tomó el control de Endesa cuando él ocupaba el ministerio de Economía) que le paga una retribución anual de 250.000 euros. Barclays le contrata como asesor con un sueldo de 70.000. Una eléctrica y un banco. Angel Acebes, ex-ministro del Partido Popular, es fichado por Bankia en 2011, donde permanece hasta el hundimiento de la institución, 8 meses después. 163.000 euros de retribución. A continuación es fichado por Iberdrola, que le paga un sueldo de 300.000 euros anuales. Un banco y una eléctrica. Con estas cifras, con esta confitura de intereses, con esta vergonzosa sucesión de ocupaciones públicas y privadas, ¿quién quiere transparencia? Para mi tranquilidad de espíritu, me quedo con la ignorancia y la opacidad. Definitivamente, la transparencia está sobrevalorada.

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