viernes, 19 de julio de 2013

PÚBLICO VERSUS PRIVADO (19/07/2013)

Es un debate inagotable. En él se ventila la forma de gobernar la sociedad, y casi de entender la vida. En un lado están los liberales, la derecha, que confía en la iniciativa individual y desconfía de la gestión pública por ineficiente y burocratizada. En el otro los progresistas, la izquierda, que fomenta lo público como elemento integrador, garante de la igualdad y la redistribución de la riqueza. Es regla de la dialéctica que para que un debate tenga verdadera trascendencia debe cumplir un requisito fundamental: que las dos partes tengan algo de razón. Una excesiva presencia del sector público en la sociedad tiene efectos perniciosos, como alegan los liberales y confirma la experiencia histórica. Igualmente, la ausencia total de regulación pública conduce al colapso del sistema, como acaba de demostrar la crisis financiera que ha sacudido los cimientos de las economías occidentales. ¿Dónde está el punto medio? Cada caso necesita una respuesta diferente, alejada de dogmatismos. Creo que hay actividades en el interior de un hospital público – distintas de la atención médica directa – que pueden ser llevadas a cabo perfectamente por empresas privadas. Por otro lado, hay sectores de gestión privada que nadie discute, como las telecomunicaciones, donde la situación dista mucho de ser la ideal. Un ejemplo reciente: en Fórnoles han estado dos semanas sin teléfono por culpa de una avería que no ha sabido subsanar la empresa que presta el servicio. En el fondo, público y privado no son realidades comparables. El sector público ostenta la superioridad moral y soporta el deber de velar por el bienestar de todos y de trabajar por una sociedad más justa. En ocasiones, dando un paso al frente; en otras, retirándose humildemente para dejar paso a las empresas. Siempre que estas demuestren hacerlo mejor.

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