lunes, 4 de noviembre de 2013

BLATTER (01/11/2013)

El fútbol es el juego barriobajero por excelencia. Los gestos de caballerosidad son tan escasos – se reducen, básicamente, a lanzar el balón fuera del campo cuando hay un jugador rival lesionado – que cuando se produce uno, es costumbre que el público se ponga a aplaudir. En el fútbol vale casi todo: dejarse caer en el área para provocar un penalti, mentar a la madre de un contrario para sacarle de quicio, fingir una lesión para perder tiempo, pedir a voces el balón a un jugador rival para confundirlo, tratar de engañar al árbitro reclamando una infracción inexistente... Fuera del campo, en las gradas, la cosa no mejora. El público tiene vetado el contacto físico con el árbitro y los jugadores pero, en ocasiones, trata de compensarlo con el lanzamiento de algún objeto pequeño, duro y cantoso. Sus misiones fundamentales son: animar al equipo, amedrentar al rival, e intimidar al árbitro para torcer su buen juicio en favor de los locales. Para las dos últimas, echa mano de los insultos más terroríficos, lanzados a gritos desde el confortable anonimato. El fútbol no es un deporte noble. Creo que ni siquiera es un deporte. A lo mejor, esa es la razón más importante de su éxito. Por todo ello, no es extraño que el máximo dirigente del fútbol mundial sea una persona de la categoría del suizo Joseph Blatter. Esta semana, el presidente de la FIFA ha protagonizado una actuación lamentable, faltando al respeto a Cristiano Ronaldo con una imprudencia sorprendente, incluso para él. Ante las protestas del jugador y de su club, el Real Madrid, el dirigente se ha declarado “sorprendido” y ha ejecutado la clásica disculpa de los cínicos: “si te ha molestado, te pido perdón”. ¿Reconocer lo desafortunado de sus palabras? Jamás. Blatter lleva 15 años en el cargo y le queda alguno más. El fútbol no podría tener un representante mejor.

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