viernes, 7 de febrero de 2014

BEATLEMANÍA (07/02/2014)

Hace justo 50 años, cuatro veinteañeros de Liverpool, Inglaterra, aparecían por primera vez en el show televisivo estadounidense de Ed Sullivan, marcando un hito en la historia de la cultura pop y convirtiendo a The Beatles en un fenómeno planetario. La puesta en escena era de una simpleza que hoy causaría sonrojo, pero aquellos cuatro chavales que combinaban ternos impecables con un corte de pelo provocador – los padres de la época decían a sus hijos para desanimarles: “seguro que son pelucas” – lograron una audiencia récord de 73 millones de espectadores. Hacía solo tres meses que el presidente Kennedy había sido asesinado y los norteamericanos estaban ansiosos por pasar página y empezar a hablar de otra cosa; momento y lugar adecuados, atuendo perfecto y... canciones, por supuesto. Llevo toda la vida escuchando a los Beatles y todavía sigo preguntándome por las claves de su éxito; qué les hizo tan grandes y diferentes al resto. Creo que su primera aparición televisiva en Norteamérica proporciona una de las más importantes: el trabajo duro. Aunque su aspecto inmaculado pudiera insinuar otra cosa, John, Paul, George y Ringo no cayeron en ese escenario por casualidad. Desde 1957, habían tocado en directo centenares de veces, durante horas, en clubs de mala muerte y a cambio de nada. Eso explica que delante de una audiencia que haría temblar al más pintado, aquellos críos no fallaran una nota. Tenían una ambición y un descaro desmesurados. Eran niños de posguerra. Los grupos que hoy luchan por hacerse un hueco en el negocio musical, con unos recursos económicos y tecnológicos infinitamente superiores, siempre carecerán de ese espíritu. Tendrán otro. Pero difícilmente llegarán a igualarlos. Ladies and gentlemen... ¡The Beatles!

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