viernes, 6 de junio de 2014

FIEBRE REPUBLICANA (06/06/2014)

Abdica el rey Juan Carlos después de casi 40 años de servicio y a muchos les sube la fiebre republicana, tan alta, que hasta deliran. Ciertamente, no puede decirse que Cayo Lara haya sido alguna vez un apasionado monárquico, pero su comparecencia ante la prensa junto a una bandera tricolor de la II República constituyó un espectáculo grotesco. No ha estado solo. La izquierda española, desorientada desde la irrupción casi milagrosa de Pablo Iglesias en la escena política – solo le ha faltado aparecerse a unos pastorcillos en una cueva – se ha entregado a una apasionada exhibición de credenciales republicanas. Ahora resulta que todo el mundo es republicano pata negra desde el día en que lo destetaron. Menos mal que en el partido socialista todavía queda gente con la visión suficiente para darse cuenta del colosal error que sería abandonar el centro político. ¿Es lícito defender una forma de estado republicana? Por supuesto que sí, pero, por favor, ahórrense la demagogia barata. Oponer monarquía parlamentaria y democracia es una incongruencia grosera, equivalente a decir que Holanda, Suecia y Noruega son peligrosas dictaduras bananeras. El rey parlamentario no aprueba leyes, ni las propone, ni las veta. Su misión es únicamente representativa, simbólica y de relaciones públicas internacionales. Esto lo sabe hasta el más zángano de los alumnos de ciencias políticas. ¿Por qué entonces esa insistencia en tratar al personal como si fuéramos analfabetos políticos? Porque si abandonaran el argumento democrático, a los partidarios de la república no les quedaría otra que tratar de demostrar que esa misión representativa, no política, sería mejor desempeñada por alguien ajeno a la Familia Real. Alguien inevitablemente de derechas o de izquierdas. Una tarea mucho más difícil. Comprendo que les entre algo de pereza. 

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