domingo, 19 de noviembre de 2017

LA MILARCA (19/11/2017)

Nuestro taxi recorre las empinadas carreteras de la Sierra Madre, salpicadas de centenares de chalets y urbanizaciones. Jardines bien cuidados, medidas de seguridad por doquier y edificaciones de lujo. Nos encontramos en San Pedro Garza García, localidad de 125.000 habitantes en el área metropolitana de Monterrey, el municipio más seguro y rico de México, y tenemos cita en casa de don Mauricio Fernández, su alcalde. La finca “La Milarca” es un fortín, con numeroso personal de seguridad y coches blindados que nos trasladan hasta la puerta de la residencia, con tiempo insuficiente para encontrar una excusa a nuestro imperdonable retraso. Por si fuera poco, desde el Consulado de España nos han comunicado que el señor Cónsul, sabedor de nuestra visita y buen amigo del alcalde, también estará presente. 
Nos deshacemos en disculpas pero don Mauricio nos ayuda pronto a olvidar nuestra dolorosa impuntualidad. Nuestro anfitrión es hombre afable, cercano, y nos hace sentir como unos amigos venidos de España que hace tiempo que no veía. Gaudencio Villas, el Cónsul General, resulta ser un joven barcelonés en zapatillas deportivas, simpático y distendido, que nos da la bienvenida en nombre de la madre patria. Isabel Soria, escritora, documentalista y mi socia en esta aventura americana, le pone al corriente de nuestro proyecto: estamos realizando un documental para televisión titulado “Los cielos españoles”, que sigue la pista de los techos mudéjares que abandonaron España a principios del siglo XX, comprados por el magnate norteamericano William Randolph Hearst. Un proyecto netamente aragonés, subvencionado por nuestra Dirección General de Cultura y Patrimonio y con el compromiso en ciernes de la televisión autonómica para su futura emisión. Mientras tanto, un servidor, auxiliado por Sergio Sánchez, se dispone a filmar cada rincón de la casa, acompañado por don Mauricio. 
¿Cómo describir “La Milarca”? El japonés Tadao Ando, premio Pritzker de arquitectura, la definió como “el espacio privado más hermoso del mundo”. Un conjunto de edificaciones en barro tradicional que se concibieron en función de los techos que iban a cubrirlas: la majestuosa armadura de 36 metros de largo procedente de la Universidad de Almagro, Ciudad Real; un techo sevillano adornado con bellísima cerámica; otro palentino, con decoración pintada en rojo vivo, y una media naranja que Hearst regaló a su médico asegurándole que procedía de la Alhambra granadina. Pero Don Mauricio es mucho más que un apasionado de los techos mudéjares españoles. En su casa alberga una colección excepcional compuesta por piezas paleontológicas únicas en el mundo, arte precolombino, obras de Frida Kahlo y Diego Rivera, piezas de valor incalculable como la espada que regaló Carlos I a Hernán Cortés, arcos góticos franceses encastrados en los muros… Una lista inacabable de maravillas que hacen que el visitante sea incapaz de cerrar la boca de puro asombro. Una casa que es una obra de arte en sí misma, según la norma más estricta de la exquisitez y el buen gusto. 
Les aseguro que el oficio de producir documentales culturales – y minoritarios, ¡ay! – suele ser muy ingrato. Pero en ocasiones uno tiene la oportunidad de conocer lugares únicos y personajes singulares que te dejan una huella profunda, como “La Milarca” y su creador, el polifacético don Mauricio Fernández Garza. Entonces me digo, “a lo mejor todo esto merece la pena”. Ustedes juzgarán por sí mismos. No pierdan la pista de “Los cielos españoles”.

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