viernes, 6 de julio de 2018

BUSCANDO A DJENEBA (01/07/2018)

No sé si sabes, querido lector, que tu posición respecto a mí, humilde articulista, tiene algo de omnisciente, como de un ser superior. Porque en el momento en que llegan a ti mis ocurrencias, sabes muchas más cosas que yo cuando las escribí. Por ejemplo, puede ocurrir que yo anime al presidente Rajoy desde esta tribuna a hacerse más visible en la política nacional, y que cuando tú me leas, el expresidente Rajoy ya haya firmado una docena de escrituras en el registro de Santa Pola, Alicante. Son los gajes del bello oficio de la prensa escrita. 
Hoy domingo, la suerte de mi película “Buscando a Djeneba”, nominada a mejor documental en los Premios Simón del cine aragonés, estará echada. Ayer sábado, en el Auditorio de Zaragoza, alguien abrió un sobre y dijo la consabida frase: “Y el ganador es…” ¿Me levanté con una sonrisa mientras las cámaras me apuntaban o me quedé en la butaca poniendo cara de circunstancias e intentando convencer a mi corazón de que ya no tenía sentido batir a ciento veinte pulsaciones por minuto? No puedo saberlo. Tú sí, querido lector. Humedece las yemas de tus dedos, pasa las páginas y detente en la sección cultural, donde los Premios Simón serán noticia destacada. Ante la contingencia de que mi película no haya sido la elegida – estadísticamente, algo muy probable – y de que como perdedora haya comenzado a descender a la profunda sima del olvido, déjame contarte algo sobre “Buscando a Djeneba” que espero despierte tu interés. 
Imagina por un momento que unos extranjeros venidos de una cultura muy lejana llegan a tu pueblo y se entusiasman con su paisaje, el exotismo de sus gentes y la belleza de sus edificios. Lo fotografían todo con sus cámaras, presos de un inexplicable frenesí. Tú, por hospitalidad, les dejas subir a la terraza de tu casa porque desde allí tendrán bonitas vistas de la “catedral”. Por alguna extraña razón que no acabas de entender, se entusiasman también contigo e insisten en filmarte una pequeña entrevista en la que te preguntan sobre tu vida, milagros y sueños de futuro. Pues bien, ese grupo de extranjeros regresa a su lejano país y, sin que tú lo sepas, realizan un cortometraje documental que titulan con tu nombre – ponga aquí cada uno el suyo, Francisco, Isabel, Alberto… - y que está casi exclusivamente centrado en la entrevista que te hicieron. Para más inri, el documental ganará un premio bastante importante, en prestigio y en cantidad económica, del que tú tampoco llegarás a saber nada. ¿Cómo te quedas? 
Siento cierto apuro al confesar que aquel extranjero era yo, la joven exótica a la que entrevisté en un recóndito pueblo de Mali se llamaba Djeneba, era albina – motivo por el cual llamó nuestra atención – y tenía 17 años a la sazón. Ni siquiera escribí correctamente su nombre; titulé la película “Djenneba”, con doble n, pero eso no me impidió ganar el premio al mejor corto documental del festival Notodofilmfest en 2009, seis años después de nuestro fugaz encuentro. Tardé otro buen puñado de años en convencerme de lo impresentable de mi actitud y de que debía hacer algo para arreglar las cosas. Así de irrespetuosos podemos llegar a ser los del norte cuando tratamos con gentes del sur. El documental “Buscando a Djeneba” narra la historia de mi regreso a Mali para reencontrarme con esa joven albina y dar las oportunas explicaciones. 
¿He ganado el premio Simón? Dios, me come la impaciencia, no sabes cómo te envidio, lector. Ahora me perdonarás, pero voy a dejarte. Tengo que preparar un discurso…

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