El consumo de cocaína entre los jóvenes de 14 a 18 años se ha cuadruplicado en la última década. La estadística escandaliza, pero no sorprende. En pocos años, la cocaína ha pasado de ser una droga peligrosa y mal vista socialmente, al paradigma de la diversión sofisticada y cool. La mentira se ha extendido como una plaga: de forma callada, rapidísima y utilizando a sus víctimas como transmisores. “Todo el mundo la toma. Deportistas, famosos, políticos...” Al escuchar esto, muchos potenciales consumidores tienen la sensación de estar quedándose fuera de algo importante.
Este tipo de cambios de la mentalidad colectiva son tan sutiles, que solo se perciben cuando ya están completamente instalados. Mi particular caída del guindo se produjo una noche, viendo a Joaquín Sabina por televisión. En un momento de la entrevista, el ingenioso cantante se permitió bromear con indirectas, sobre su afición a la cocaína. Puse el grito en el cielo porque me pareció un comentario desafortunado, pero pronto fui consciente de mi absoluta soledad. El entrevistador, el público en el plató, las personas que circunstancialmente me acompañaban...todos celebraron la ocurrencia con carcajadas de complicidad que parecían querer decir: “Sí, Joaquín, sabemos a qué te refieres porque estamos en la onda. ¡Y no nos vamos a escandalizar!”
No pretendo criminalizar el consumo de ninguna sustancia pero, por favor, seamos honestos. La cocaína no es ningún juego. Es una droga dura, de la que es imposible separar los efectos potencialmente lúdicos de los inevitablemente destructivos. Van siempre juntos. Por eso su consumo, en todos los casos sin excepción, es una completa idiotez.
Este tipo de cambios de la mentalidad colectiva son tan sutiles, que solo se perciben cuando ya están completamente instalados. Mi particular caída del guindo se produjo una noche, viendo a Joaquín Sabina por televisión. En un momento de la entrevista, el ingenioso cantante se permitió bromear con indirectas, sobre su afición a la cocaína. Puse el grito en el cielo porque me pareció un comentario desafortunado, pero pronto fui consciente de mi absoluta soledad. El entrevistador, el público en el plató, las personas que circunstancialmente me acompañaban...todos celebraron la ocurrencia con carcajadas de complicidad que parecían querer decir: “Sí, Joaquín, sabemos a qué te refieres porque estamos en la onda. ¡Y no nos vamos a escandalizar!”
No pretendo criminalizar el consumo de ninguna sustancia pero, por favor, seamos honestos. La cocaína no es ningún juego. Es una droga dura, de la que es imposible separar los efectos potencialmente lúdicos de los inevitablemente destructivos. Van siempre juntos. Por eso su consumo, en todos los casos sin excepción, es una completa idiotez.
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