La moda de la extrema delgadez femenina nos ha invadido. Dejando a un lado los aspectos médicos y hablando como simple macho de la especie, diré que no me gusta nada. Empezó con las modelos en la pasarela y se ha pasado a las actrices, a los platós de televisión y al consejo de ministros. No se salva ni la Casa Real. A los hechos me remito: la reciente gala de los premios Goya fue, en términos de voluptuosidad femenina, un verdadero páramo. Una clase de anatomía, un viernes de Cuaresma, un homenaje al cartabón. Parecía que todas las mujeres allí presentes eran las protagonistas de un multipremiado documental de la 2: “La apasionante vida del insecto-palo”.
Afortunadamente, la fiebre de la delgadez no ha llegado a mi barrio. Ni creo que lo haga. Todas estas mujeres tan livianas tienen una característica común que no comparten mi frutera, mi farmacéutica o mi charcutera. Salen en la televisión...Dios mío, ¡en la vida real son todavía más delgadas! Entiendo que cada época tiene su estilo y que no podemos volver a Rubens o a Sofía Loren pero... ¿dónde queda la atracción sexual? No presumo de conocer todos los fetichismos y extraños gustos eróticos del mundo masculino - tendría que dedicar la vida a ello - pero sí creo saber lo que le pone al homo sapiens común y corriente. Y no tiene nada que ver con los huesos y el pellejo. No es necesario hacer un minucioso estudio para comprobarlo. Bastaría con seguir un par de consejos básicos: El primero, acercarse al kiosko y echar un vistazo a la revista Man. Les juro que no la compran para estar al día de las últimas tendencias en moda de baño. Y segundo, una regla de oro para entender a los hombres en cualquier terreno: hacer mucho más caso a lo que hacen que a lo que dicen.
Afortunadamente, la fiebre de la delgadez no ha llegado a mi barrio. Ni creo que lo haga. Todas estas mujeres tan livianas tienen una característica común que no comparten mi frutera, mi farmacéutica o mi charcutera. Salen en la televisión...Dios mío, ¡en la vida real son todavía más delgadas! Entiendo que cada época tiene su estilo y que no podemos volver a Rubens o a Sofía Loren pero... ¿dónde queda la atracción sexual? No presumo de conocer todos los fetichismos y extraños gustos eróticos del mundo masculino - tendría que dedicar la vida a ello - pero sí creo saber lo que le pone al homo sapiens común y corriente. Y no tiene nada que ver con los huesos y el pellejo. No es necesario hacer un minucioso estudio para comprobarlo. Bastaría con seguir un par de consejos básicos: El primero, acercarse al kiosko y echar un vistazo a la revista Man. Les juro que no la compran para estar al día de las últimas tendencias en moda de baño. Y segundo, una regla de oro para entender a los hombres en cualquier terreno: hacer mucho más caso a lo que hacen que a lo que dicen.
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