Eduardo Madina es un joven idealista y pacífico, que sueña con un País Vasco en el que se pueda vivir en libertad. La mañana del 19 de febrero de 2002, mientras se dirigía a su trabajo, una bomba lapa estalló en su coche amputándole una pierna. Esta semana tenía lugar en la Audiencia Nacional el juicio por esta causa, poniendo frente a frente a la víctima y a sus dos agresores, Iker Olabarrieta y Asier Arzalluz. Eduardo habló, y lo hizo con la emoción contenida, con sinceridad y sin odio. Impresionó. A los dos terroristas solo les quedó el pobre recurso de escenificar su indiferencia, al que tanto recurren en situaciones parecidas. Su miseria quedó tan al descubierto que creo que ni ellos mismos se creían su papel. En estos tiempos en que la búsqueda de salidas al problema del terrorismo está sumida en la complejidad y la confusión, el testimonio de Eduardo es especialmente clarificador. Nos recuerda, por si es necesario, que ETA ha matado a personas inocentes y destrozado familias enteras. Injustamente. En la persecución de unos objetivos políticos que podría haber defendido libremente en las instituciones. Eduardo es diputado por el Partido Socialista, el partido del Presidente del Gobierno de España y principal impulsor de la política de diálogo con la banda terrorista. Comparto el planteamiento de Rodríguez Zapatero: el fin de ETA vendrá precedido de conversaciones con la banda. Esto lo sabe perfectamente el Partido Popular, que ejerce una oposición obstruccionista y desleal. No asumo la denominación “proceso de paz”. Pero sobre todo, quisiera conocer las grandes líneas de lo que se está negociando. Contemplar el sufrimiento de mis compatriotas golpeados por el terror durante décadas, creo que me da derecho a ello.
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