No somos nadie. Se cree uno que está haciendo algo original por coger un avión con destino Milán, un miércoles laborable a las cuatro de la tarde, y resulta que se encuentra dentro a media provincia de Teruel. Amigos de Alcañiz, de Fuentes Calientes, de Mora de Rubielos... Unos y otros insistimos en que no nos pasamos la vida cogiendo aviones con destino a Milán los miércoles laborables, pero el caso es que allí estamos: haciendo exactamente lo que decimos que nunca hacemos. “¿Y tú adónde vas? Yo voy a una boda. Hombre, ¡enhorabuena!” Intento aclarar que el que se casa no soy yo, pero ya se sabe que las conversaciones de aeropuerto son apresuradas.
La vida es un misterio insondable. Mi amigo Alfonso se baja de una bicicleta en León, llega a Salamanca y el chico, que nunca sale de noche, conoce a chica italiana a altas horas de la madrugada (otro que hace lo que dice que nunca hace). Ocho años después cien personas se reúnen en Milán en un salón decorado con frescos, y los italianos gritan “hip, hip, hurra” (sí amigos, esto todavía se dice en Italia), y los españoles “que se besen”, porque mi amigo Alfonso se casa, después de jurar a un cura italiano que ha hecho un cursillo prematrimonial en España (esta vez me temo que no hizo lo que dijo que había hecho). La novia, Mónica, es encantadora. Como nos la traemos a vivir aquí, a los españoles no nos ha importado que el sermón haya sido en italiano. Hasta nos hemos reído de una broma que no hemos entendido. Acaba la boda, otra vez la maleta, el aeropuerto y...¿quiénes llenan el avión de vuelta? ¡Otra vez turolenses por todas partes! “Oye, ¿qué tal la boda? Fenomenal, estupenda. Pues lo dicho, enhorabuena. ¡Qué razón tienes!...”
La vida es un misterio insondable. Mi amigo Alfonso se baja de una bicicleta en León, llega a Salamanca y el chico, que nunca sale de noche, conoce a chica italiana a altas horas de la madrugada (otro que hace lo que dice que nunca hace). Ocho años después cien personas se reúnen en Milán en un salón decorado con frescos, y los italianos gritan “hip, hip, hurra” (sí amigos, esto todavía se dice en Italia), y los españoles “que se besen”, porque mi amigo Alfonso se casa, después de jurar a un cura italiano que ha hecho un cursillo prematrimonial en España (esta vez me temo que no hizo lo que dijo que había hecho). La novia, Mónica, es encantadora. Como nos la traemos a vivir aquí, a los españoles no nos ha importado que el sermón haya sido en italiano. Hasta nos hemos reído de una broma que no hemos entendido. Acaba la boda, otra vez la maleta, el aeropuerto y...¿quiénes llenan el avión de vuelta? ¡Otra vez turolenses por todas partes! “Oye, ¿qué tal la boda? Fenomenal, estupenda. Pues lo dicho, enhorabuena. ¡Qué razón tienes!...”
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