Eva regresaba a casa. Apenas escuchó la voz que le habló desde una sombra. El puño avanzó como un relámpago y sintió un dolor agudo en el rostro, antes de desplomarse y perder el sentido. Cuando despertó se encontraba en una ambulancia y no recordaba nada. Tenía la mandíbula rota y había perdido la mitad de los dientes. Había sido víctima de lo que se denomina, en frío lenguaje jurídico, robo con violencia.
Para medir el grado de desarrollo de un país, debería emplearse una variable, poco científica, pero que sería muy esclarecedora: el trato que reciben las víctimas, en el más amplio sentido de la palabra - el individuo afectado por una enfermedad, por una catástrofe natural, por una expropiación forzosa o por un delito-. La respuesta legal, emocional y económica que fuese capaz de ofrecer una sociedad, sería una prueba inequívoca de su grado de madurez. El caso de Eva me ha convencido de que, en España, tenemos todavía un largo camino que recorrer. La policía ya ha detenido al agresor. Bendita eficacia. Magrebí, 30 años, dos condenas por tráfico de drogas y una por...robo con violencia. Me pregunto cómo no hubo procedimiento legal para expulsarle del país. Eva se recupera en un hospital de la Seguridad Social. Sin embargo, al parecer, la sanidad pública no se hará cargo de los 9000 euros de su arreglo dental. No será fácil olvidar una experiencia tan dramática. Solo su familia, sus amigos y su fuerza interior harán que Eva recupere la confianza, herida por una violencia tan injusta. Pero la sociedad no puede mirar hacia otro lado. Tenemos el deber de comprender, proteger, sostener a Eva. A ella y a todas las víctimas, presentes y futuras. Todos somos Eva.
Para medir el grado de desarrollo de un país, debería emplearse una variable, poco científica, pero que sería muy esclarecedora: el trato que reciben las víctimas, en el más amplio sentido de la palabra - el individuo afectado por una enfermedad, por una catástrofe natural, por una expropiación forzosa o por un delito-. La respuesta legal, emocional y económica que fuese capaz de ofrecer una sociedad, sería una prueba inequívoca de su grado de madurez. El caso de Eva me ha convencido de que, en España, tenemos todavía un largo camino que recorrer. La policía ya ha detenido al agresor. Bendita eficacia. Magrebí, 30 años, dos condenas por tráfico de drogas y una por...robo con violencia. Me pregunto cómo no hubo procedimiento legal para expulsarle del país. Eva se recupera en un hospital de la Seguridad Social. Sin embargo, al parecer, la sanidad pública no se hará cargo de los 9000 euros de su arreglo dental. No será fácil olvidar una experiencia tan dramática. Solo su familia, sus amigos y su fuerza interior harán que Eva recupere la confianza, herida por una violencia tan injusta. Pero la sociedad no puede mirar hacia otro lado. Tenemos el deber de comprender, proteger, sostener a Eva. A ella y a todas las víctimas, presentes y futuras. Todos somos Eva.
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