viernes, 14 de agosto de 2009

RECORDS (14/08/2009)

Como al Willy Fogg de “La vuelta al mundo en 80 días”, a los aristócratas ingleses se les calienta la boca en las discusiones de café. Sir Hugh Weaver, enfrascado en una discusión bizantina sobre qué pájaro inglés volaba más rápido, tuvo además una ocurrencia muy rentable: recopilar en un libro quién era capaz de lanzar un huevo a más distancia o comer más perritos calientes en diez minutos. Había nacido el Libro Guinness, un éxito inagotable de ventas desde 1955. Mientras la evolución darwiniana no nos libre del gen competitivo, dos hombres de cualquier raza, en cualquier lugar del mundo, siempre acabarán preguntándose quién es capaz de escupir más lejos. Hay otro libro relacionado con el tema, todavía no escrito, que también podría tener éxito: el libro de los no récords, las historias de los intentos fracasados por aparecer en el Guinness. Algunas merecen realmente la pena. En 2008, un grupo de cocineros iraníes pretendía batir el récord del bocadillo más largo del mundo. Reunieron 700 kilos de carne de avestruz y rellenaron un bocadillo de 1.500 metros de largo. Por desgracia, antes de que los jueces pudieran medirlo, la multitud impaciente se lanzó a devorarlo, y el récord fue invalidado. Otras historias serían más edificantes. Hace dos días, sin ir más lejos, un grupo de cuatro remeros ingleses intentaba dar la vuelta a las Islas Británicas en menos de 25 días. En medio de una tormenta, uno de ellos creyó ver una pequeña avioneta cayendo al mar. Después de convencer a sus compañeros, que creían que alucinaba víctima de la deshidratación, lograron rescatar con vida al piloto. Arruinaron sus posibilidades de récord. El capitán de la barca declaró: “De pronto, aquello por lo que tanto habíamos luchado, no tenía ninguna importancia”. Menos mal. El mundo no se ha vuelto completamente loco.

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