viernes, 4 de diciembre de 2009

INOCENTE (04/12/2009)

No luce un rostro angelical. En un hipotético casting para seleccionar al marido perfecto de nuestras hijas, sería rápidamente descartado. Cuando abre la boca, la cosa no mejora. Diego Pastrana, el joven canario injustamente acusado de haber matado y violado a la hija de tres años de su actual pareja, ha hablado por primera vez a los medios de comunicación. “Todos los que han vertido mierda sobre mi, lo van a pagar”. Al leer el titular, no he podido evitar cierta decepción. Sin embargo, ¿qué esperaba? ¿Un análisis de los hechos ponderado, responsable y equilibrado? Es muy probable que si Diego Pastrana hubiera sido un joven exquisitamente educado, impecablemente vestido y de estrato social alto, los médicos que atendieron a la niña le habrían dado unos cuantos repasos al informe antes de hacerlo público, repleto de errores y conclusiones precipitadas. Sin embargo, los individuos que ponen a prueba, de verdad, la efectividad y la solidez de los principios de un sistema, no suelen ser apuestos licenciados universitarios con provechosos estudios de postgrado. Se parecen, más bien, a Diego Pastrana. ¿Hemos aprendido la lección? Porque antes de lanzarnos a degüello sobre los médicos causantes del error, todos, ciudadanía y medios de comunicación, deberíamos hacer examen de conciencia. La presunción de inocencia – todo individuo acusado de un delito es inocente hasta que se demuestre lo contrario en un proceso judicial – no es un capricho de la ley. Fue un principio instituído para evitar la mayor injusticia que un sistema jurídico puede cometer: el castigo de un inocente. El linchamiento del que parece culpable es una vieja tentación, propia de sociedades incivilizadas. ¿Es lo que somos? Demos muestras de mayor altura moral, para empezar a descartarlo.

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