domingo, 20 de diciembre de 2009

MARRUECOS (18/12/2009)

La historia es caprichosa. Marruecos, que convirtió a un muchacho enclenque, a un alfeñique sin brillo, en el general más joven de Europa, le ajustó las cuentas al dictador en los últimos días de su vida. Franco decía que sin Africa, sin las guerras contra los rebeldes rifeños del norte de Marruecos, apenas podía explicarse a sí mismo. Era cierto. Ascendió imparablemente con el sencillo método de practicar una valentía casi suicida. En Marruecos aprendió la eficacia del terror como estrategia de sometimiento: sus legionarios ensartaban las cabezas cortadas de los rifeños en la punta de sus bayonetas. La legión y las temibles tropas moras de regulares fueron decisivas para ganar la guerra civil y le encumbraron a la jefatura del bando rebelde. La historia es irónica. Al parecer, el viejo dictador, en sus últimos tiempos, se echaba a llorar por cualquier cosa. Hassan II, rey de Marruecos, maniobró con habilidad. Con España sumida en una crisis económica y política de dimensiones históricas, ejerció toda la presión para sacar una generosa tajada del Sáhara Occidental, con sus suculentos yacimientos de fosfatos, gas y petróleo. En Madrid se firmó la administración temporal tripartita, pero España se desentendió pronto del problema, abandonando el territorio a la rapacidad de sus vecinos, que lo ocuparon con rapidez. El Frente Polisario declaró la independencia de la República Arabe Saharaui Democrática y comenzó un conflicto armado que se ha prolongado hasta hoy. Mauritania firmó la paz en 1979, pero Marruecos no tiene visos de hacerlo. Soportó nuestra presencia colonial durante décadas, y ahora administra a los saharahuis la misma medicina: la injusticia. Sin embargo, Mohamed VI debería tomar nota del pasado. La historia, caprichosa e irónica, suele repetirse.

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