viernes, 11 de diciembre de 2009

BORAU (11/12/2009)

Homenaje al cineasta Jose Luis Borau en Zaragoza. Una ocasión irrepetible para confirmar una vieja historia familiar, mil veces escuchada. Una historia cierta, de puro extraña, porque el mejor novelista no hubiera sido capaz de inventarla. A saber: mis padres, en Madrid, allá por el sesenta y tantos, acompañaron a Borau a regar las plantas a casa de Jaime de Armiñán. Luego le invitaron a comer a casa... ¿Los tres solos? - preguntábamos invariablemente. Sí, sí- contestaba mi padre, ufano- mamá, Borau y yo. Y todos nos lanzábamos a imaginar la escena: mis padres, pelo cardado ella, ¡pelo él!, treintañeros, comiendo con el director de “Furtivos”. Poco tiempo después perdieron el contacto, Borau se convirtió en Borau, y mi padre, entre otros hechos de mérito, me concibió a mi. Y allí estaba yo, en un homenaje al octogenario director, dispuesto a desenterrar de su memoria un acontecimiento, quien sabe si providencial. Discursos de las autoridades, elogios asfixiantes al homenajeado. Borau contesta, abrumado. Con una humildad que desarma, se atribuye un único mérito: haberse lanzado a las aguas inciertas del mundo cinematográfico. De pronto comprendo que las personas viejas no son más sabias porque acumulen más experiencias, sino porque ambicionan menos. Termina el acto y acecho al cineasta, entre bandejas de canapés y vino español. Ahora o nunca. Señor Borau... Mientras cuento atropelladamente la historia, el rostro de mi interlocutor va dibujando una respuesta inequívoca: no se acuerda de nada. El torrente de mi discurso va cediendo, rendido ante la evidencia. Borau también sufre. Acabo, y él se acerca a mi oído, todo humanidad: no me acuerdo, pero estoy seguro de que ocurrió así. Qué grande Borau. Qué alivio siento. Qué ricos, los canapés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario