sábado, 9 de enero de 2010

POLITICOS (08/01/2010)

Según una reciente encuesta, los políticos, su falta de preparación, de honradez, o simplemente de vergüenza, han pasado a ocupar el tercer lugar en la lista de preocupaciones de los españoles, por delante incluso del terrorismo. Conviene no engañarse en esta cuestión: España importa del extranjero el petróleo que le falta, por ejemplo, pero no los políticos. Estos son todos criados y engordados en territorio patrio. Por tanto, o en este país hemos tenido la increíble mala suerte de que todos los individuos torpes y de moral dudosa hayan venido a recaer en la profesión política, o simplemente, el sistema de recluta de hombres y mujeres para los asuntos públicos falla estrepitosamente. Como en las casualidades creo lo justo, me quedo con la segunda de las opciones. El asunto es complejo, y eso es una parte importante del problema. Sin un esfuerzo pedagógico importante, el sistema electoral es algo demasiado técnico para ser comprendido por el ciudadano medio, que bastante tiene, en los tiempos que corren, con llegar a fin de mes. Como el sistema actual beneficia a los grandes partidos, ellos son los últimos interesados en hacer ese esfuerzo y plantear reformas. El prototipo de político español es sumiso, mudo y complaciente cuando está abajo (“el que se mueve, no sale en la foto”, dijo Guerra hace treinta años), y engreído y déspota cuando está arriba. Mientras tanto, el ciudadano vive ajeno a las verdaderas luchas por el poder, que tienen lugar en las sedes de los partidos. Se limita a votar, cada cuatro años, por la lista cerrada que le presenta el partido de sus simpatías ideológicas. Rara vez sabrá el nombre del diputado que le representa por su provincia. Ni de que partido es. Como resultado de todo ello, la calidad de nuestra democracia es baja. La de nuestros políticos, también. Lo sorprendente sería que no lo fuera.

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