viernes, 9 de abril de 2010

DE SILVA A MARAÑÓN (09/04/2010)

Hugo Silva pertenece a la primera generación de hombres-objeto que ha producido la siempre desconcertante sociedad española de principios del siglo XXI. De pronto son ellas las que, ante una audiencia con presencia masculina minoritaria – esto es esencial -, sonríen pícaramente y lanzan las dos palabras desvergonzadas: “Está buenísimo”. Resulta que ya no sólo el chocolate está buenísimo. Hugo Silva también está buenísimo. Debo decir, para tranquilidad de Hugo, que el género masculino, a diferencia de las féminas, es bastante solidario con sus más apolíneos representantes. A los machos humanos, la pasión sexual desenfrenada de muchas hembras – nótese, dije muchas- nos produce, entre otras emociones contradictorias, la de la inquietud. Y ahora viene el salto mortal con tirabuzón: de Hugo Silva a Gregorio Marañón. Resulta que el actor se halla en pleno rodaje de una mini-serie histórica para televisión, en la que interpreta a Antonio Pérez, el intrigante secretario del rey Felipe II. Silva, por fuerza, ha leído a Marañón. No se puede aspirar a conocer quién fue Antonio Pérez, sin consultar la monumental monografía escrita por Gregorio Marañón en 1947. Una obra maestra de la literatura española, imprescindible para el buen amante de la Historia. Por desgracia, para demasiados españoles, el doctor Marañón es un perfecto desconocido, apenas el nombre de una calle. Y no hay culpa en ello. Marañón fue dejado caer en el olvido, por pertenecer a esa tercera España del exilio interior, casi apátrida, que a franquistas y republicanos incomodaba por igual. Como ven, para evocarlo, hay que hacer virguerías. Los caminos de la frivolidad son inexcrutables. Disfruten a Hugo Silva. Lean “Antonio Pérez”. Recuerden a Marañón.

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