miércoles, 19 de mayo de 2010

ENVEJECER (14/05/2010)

Hoy me he levantado unos cuantos años más viejo. De golpe. Si la crisis de la adolescencia consiste en descubrir que tu padre no es perfecto, la de los cuarenta es mucho más traumática. Hasta ese momento, uno vive con la esperanza de que sus gobernantes, el Papa, el presidente del club de fútbol favorito, la CIA, el secretario general de la ONU, son gente seria y competente que siempre guarda un as en la manga para cuando la situación se ponga realmente fea. Qué bonita ilusión. De pronto, un día cualquiera en la cuarta década de la vida, te caes del guindo y te das cuenta de que nadie sabe del todo lo que está haciendo. Que todos somos una cuadrilla de improvisadores. Que debajo del traje del presidente no hay un hombre excepcional. “Eso ya lo sabíamos nosotros hace mucho tiempo”- gritan desde las bancadas de la oposición. “¿Es el presidente de la oposición un hombre excepcional?”, pregunto yo. Jamás he oído afirmar tal cosa, ni al más ferviente de sus partidarios. Pues ustedes perdonen, pero necesitamos a hombres y mujeres excepcionales, menos no nos valen, necesitamos creer en algo más que las verdades del Ecofin, necesitamos un Obama, un Nick Clegg, una corriente de aire fresco, una nueva ilusión, y por mucho que escudriño en el horizonte, no se ve absolutamente a nadie. ¿Y si elegimos al próximo presidente del gobierno convocando unas oposiciones? Por lo menos nos aseguraríamos de que supiera hablar inglés, que no es poco. Así quizá nuestros mandatarios abandonarían ese aire pánfilo que gastan en las cumbres internacionales, como de invitados a una fiesta en la que no conocen a nadie. Los reyes son los padres. Nuestro presidente del gobierno no sabe muy bien lo que hace. Qué cuesta arriba se me está haciendo esta mañana. Qué duro es envejecer.

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