viernes, 24 de septiembre de 2010

PATRIMONIO NACIONAL (24/09/2010)

Debería ser nombrado duque de Manacor y tener el tratamiento protocolario de Grande de España, tan grande, que hasta la duquesa de Alba debiera hacer una pirueta cada vez que se acercase a saludarle. Hace ya tiempo que Rafael Nadal Parera entró a formar parte del Patrimonio Nacional. Voy a pasar de largo por sus éxitos deportivos, su recién conquistado Career Grand Slam y sus récords de precocidad. Para los que no sean aficionados al deporte del tenis, quizá no signifiquen demasiado. Tampoco voy a entrar a analizar las cualidades personales del mallorquín, su desarmante caballerosidad y la aparente simplicidad de su filosofía de vida porque me faltaría espacio disponible. Pensemos hoy con inhumana frialdad: ¿Cuánto costaría una campaña publicitaria que igualase el efecto positivo que Nadal tiene sobre la imagen de España en todo el mundo? Me temo que no tendríamos dinero para pagarla. Lo increíble del caso es que no sólo nos sale gratis, sino que, además, genera ingresos al Estado: a diferencia de otros ilustres deportistas, Rafa tiene residencia fiscal en España y paga sus impuestos aquí. ¿Y si tuviéramos que cuantificar el impacto de su figura sobre la tan traída y llevada vertebración de España? Nadal siempre se ha distinguido por llevar su condición de español con un orgullo y una naturalidad que, en los tiempos que corren, llama la atención. Su lengua materna es el mallorquín, por lo que su ejemplo desmonta la tesis nacionalista de que cualquiera que hable una lengua que no sea la castellana, se convierte en un no-español. Para los individuos sin conflictos identitarios conocidos, entre los que me incluyo, es una gozada que alguien como Nadal quiera seguir compartiendo con nosotros la pertenencia a esa nación tan extraña llamada España. Y luego está su derecha liftada, su fortaleza mental...

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