viernes, 3 de septiembre de 2010

VALENTÍN FUSTER (03/09/2010)

En la terminal de llegadas del aeropuerto de Barajas, un fotógrafo y una reportera se apostan junto a la puerta de salida de un vuelo procedente de Nueva York. Una señora de mediana edad se acerca a los periodistas con mirada pícara, comida por la curiosidad. Ser espectadora habitual de Corazón, Corazón le ha enseñado que las terminales de los aeropuertos se han convertido en las ágoras del mundo global, donde puedes cruzarte prácticamente con cualquiera. “¿A quién esperan? A Valentín Fuster. ¿Y ese quién es? ¿Algún futbolista? No, señora, es un cardiólogo” Como el rostro de la señora está pasando rápidamente de la extrañeza a la decepción, la periodista insiste: “Uno de los mejores del mundo” La señora se encoge de hombros y se va. A pesar de que son las seis de la mañana y de que le falta un café, la reportera acierta a pensar que si una sociedad dedica mas atención mediática a alguien que tuvo una hija con un torero que luego se casó con otra, que a un señor con los arrestos suficientes para rajar el pecho de un ser humano, hacerle un trabajo de fontanería primoroso con las válvulas de su corazón enfermo y salvarle la vida, eso constituye la prueba definitiva de que nos hemos vuelto todos locos, hemos perdido el norte y los restantes puntos cardinales, y de que probablemente no tengamos remedio. Hace unos meses, un amigo tuvo el detalle de regalarme un libro de Valentín Fuster titulado “La ciencia de la salud”. Me extrañó, porque no era mi cumpleaños. Cuando acabé de leerlo lo comprendí: mi amigo quería que yo celebrara muchos cumpleaños. Juro que no me he convertido en comisionista. Les recomiendo el libro porque está lleno de consejos de vida saludable fáciles de practicar, contados con humor y sin dramatismos. En el fondo soy un poco egoísta. Quiero que ustedes me lean muchos años.

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