viernes, 18 de febrero de 2011

LA FURGONETA DE MOHAMED (18/02/2011)

En ciertas encrucijadas de la historia, una sola persona puede cambiar el mundo. Se llamaba Mohamed Bouazizi, tenía 26 años, y era diplomado en informática en la pequeña ciudad tunecina de Sidi Bouzid. El pasado 17 de diciembre, Mohamed se quemó a lo bonzo ante los ojos atónitos de los funcionarios que custodiaban la sede de la autoridad provincial. Apenas una hora antes, un policía le había confiscado el carro donde, sin la licencia correspondiente, vendía verduras en el mercado desde hacía siete años. Había ocurrido otras veces. Sin embargo, en esta ocasión, el policía, que sorprendentemente era una mujer, no quiso aceptar los diez dinares de multa que Mohamed le ofrecía. Según testigos presenciales, la mujer policía le abofeteó, le escupió en la cara y maldijo el nombre de su padre muerto. El joven, desesperado, acudió a protestar ante las autoridades provinciales pero nadie quiso recibirle. Minutos más tarde, regresó al mismo edificio cargado con un bidón de gasolina, lo vació sobre su cuerpo y se prendió fuego. Ya saben el resto de la historia. Esa chispa encendió una pequeña revuelta que se hizo más y más grande. Cayó el tunecino Ben Alí, la revolución se extendió a Egipto derribando a Mubarak y, de pronto, todos los dictadores del mundo árabe se echaron a temblar. ¿Qué fue de Mohamed? Murió a los pocos días. “El sólo quería ahorrar para comprarse una furgoneta y dejar de tirar del carro todos los días”, dice su madre con una mezcla de orgullo y tristeza. A Mohamed no le gustaba pasar las horas muertas en los cafés, como hacían otros jóvenes de Sidi Bouzid, licenciados universitarios muchos de ellos. No quería esperar a que la buena fortuna llamase a su puerta; prefería salir a buscarla todos los días. Mohamed soñaba con una furgoneta. Sin saberlo, estaba cambiando el mundo.

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