viernes, 18 de noviembre de 2011

EL EFECTO MARIPOSA (18/11/2011)

A estas alturas de la función – esta columna es la número 290 desde que se inauguró este faro de tierra adentro – hace tiempo que dejé de fantasear sobre mis lectores. Últimamente ya no los imagino, atractivos y estilosos, sentados en el extremo más tranquilo de la barra de un elegante café, leyendo mis ocurrencias con cara de satisfacción... En estos años, parece que algo hemos madurado: por la masa anónima de mis lectores, un ente de dimensiones desconocidas como un punto de luz en el cielo estrellado, siento hoy un respeto reverencial. Resumiendo, que procuro pensar bien en lo que escribo. Viene esto a cuento de la columna de la semana pasada, titulada “La gran chapuza”, que me ha dejado un regusto amargo del que desearía librarme. En aquellas líneas vine a decir, al hilo de la crítica a nuestro defectuosísimo sistema electoral, que votar por un partido no mayoritario en muchas provincias de España equivalía a tirar el voto a la basura. Y no es verdad. Esa afirmación falta al respeto del sagrado valor del voto de cada ciudadano, y es un ejercicio de análisis cínico que, en el fondo, no va conmigo. Sigo pensando que el sistema es chapucero, pero también opino que cada uno debería votar por el partido de sus preferencias, con independencia de las posibilidades estadísticas que éste tenga de obtener representación. Por muchas razones. Dice un proverbio chino que el aleteo de una mariposa puede provocar un tsunami al otro lado del mundo. El efecto mariposa, lo llaman. No quisiera yo que alguno de mis aleteos político-periodísticos causara algo irreparable en algún lugar lejano. Que por un quítame allá unos votos en una pequeña provincia de España, pongamos por caso, cayese todo un Obama a manos de un republicano retrógrado al otro lado del charco. Háganse cargo. Jamás podría perdonármelo.

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