viernes, 13 de enero de 2012

EL ARTE DE DECIR “NO” (13/01/2012)

El niño tira el chupete al suelo por quinta vez. Como si fuera el mismísimo Rey Sol, al retoño se le ha antojado comprobar cuántas veces el adulto que le acompaña, ese gigante de voz hueca y paciencia aparentemente infinita, es capaz de doblar el espinazo para recoge su tetilla de caucho. De pronto, algo inesperado sucede. “¡No!”, escucha el niño, que rompe a llorar, desconsolado. Ha sido el primer “no” de su vida. Hasta ese día se había cagado y meado encima impunemente, despertado a sus padres en mitad de la noche con berridos escalofriantes... y nada ocurría. Incluso le rompió a un tipo unas cosas muy graciosas con patillas y cristales que llevaba pegadas a la cara (unas varilux bifocales que costaban un pastón), y todo el mundo (excepto el de las gafas) rió complacido. Y, de pronto, llega ese “no”. El niño aún no lo sabe, pero acaba de comenzar su educación. Luego le dirán que la educación es ir al colegio y aprender la tabla de multiplicar, pero no es verdad. Educar es el arte de decir “no”. Al principio los padres, después los profesores, y, finalmente, la vida, que es la educadora más brutal de todas. La chica que nos gusta nos dice “no me gustas”, el entrenador nos dice “no eres suficientemente bueno”, y la vida se empeña en que no somos suficientemente listos, divertidos, ricos o guapos. ¿Sobredosis de educación? Proceso necesario: si uno no escucha unas cuantas negativas a lo largo de su vida, corre el riesgo de convertirse en un... Iñaki Urdangarín. Y, claro, funda una cosa llamada Instituto “Noos”. La chica, el profesor, el entrenador, el sargento... no dijeron “no”. El déficit de educación del marido de la infanta es tan extravagante, que cuando el Rey de España – su suegro – se lo dice, el pobre hombre tampoco lo entiende. Ahora, quizá se lo diga un juez. A lo mejor, entonces, deja de tirar el chupete.

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