viernes, 10 de febrero de 2012

LA COMARCA (10/02/2012)

Algunos me llamarán pelota, vendido o algo peor. Para otros, esta columna será un ejercicio de onanismo periodístico, de autobombo o de falta de humildad. Me da exactamente igual. El hecho de ser un colaborador y de no pertenecer a la plantilla del periódico que tienen entre las manos, me concede una tranquilidad moral que, mire usted por donde, hoy voy a aprovechar. Recibo La Comarca en mi buzón desde hace bastantes años, y siempre he pensado que es un periódico de una calidad extraordinaria. Voy a ir un poco más lejos: apostaría mis ahorros a que, en su género, La Comarca es uno de los mejores periódicos del mundo. El Washington Post del periodismo comarcal. ¿No te estarás pasando un poco, Hombre del Faro? Negativo. Quizá en Noruega, en Japón o en la luna haya un periódico de ámbito geográfico y poblacional similar a La Comarca que tenga la misma calidad, pero no será mejor. Hace tiempo me preguntaba cómo era posible que un fenómeno periodístico tan singular fuera tan desconocido, y poco reconocido, fuera de esta tierra. Un día lo comprendí: los periodistas de otros medios, por razones empresariales, psicológicas o por simple economía de tiempo, siempre van a encontrar mejores cosas de las que ocuparse, que en alabar a otros periodistas. Pero eso no cambia lo esencial. La Comarca es un magnífico periódico, en primer lugar, por el esfuerzo y el talento de las personas que lo escriben, lo diseñan y lo dirigen. Pero no solo por ellos. Sin una comunidad de lectores sólida, sin una sociedad civil que sepa estar a la altura de lo que se le ofrece, el mejor periódico del mundo podría sobrevivir seis meses, o un año. No veintiséis. A lo mejor todos necesitamos algo de autoestima en estos días de zozobra y frío siberiano. Yo me he servido taza y media.

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