viernes, 15 de junio de 2012

ENVIDIA (15/06/2012)

La envidia es el pecado capital de los tontos. A diferencia del lujurioso, el acaparador o el comilón, que pueden disfrutar de los primeros bocados con la conciencia limpia, el envidioso sufre desde el mismo instante en que la envidia se presenta. Mientras el perezoso, el iracundo o el orgulloso no se molestan en ocultar su vicio, el envidioso debe disfrazarlo de otra cosa, tan vergonzoso e inútil es el mal que le aqueja. Eso mismo les ocurre a algunos franceses: sienten envidia de los éxitos de los deportistas españoles y, para disimularlo, se dedican a difamarlos. Como esto último tampoco se atreven a hacerlo directamente – al parecer, en Francia también hay leyes que protegen el honor de las personas – se valen de unos guiñoles y de la coartada del humor para hacer acusaciones tan poco divertidas como que Rafael Nadal, el deportista español más laureado de la historia y una de las personalidades más queridas y respetadas del país, se inyecta sustancias dopantes con una gran jeringuilla que le acompaña allá donde va. Cuando alguien protesta, legítimamente, por esas acusaciones intolerables que manchan la honorabilidad de un compatriota, el cobarde de turno responde: ¡Qué poco sentido del humor tienen los españoles! El pasado lunes, Rafael Nadal ganó su séptimo torneo de Roland Garros. Es la decimoquinta Copa de los Mosqueteros que un español levanta desde 1961, cuando Manolo Santana inició la cuenta para sacarnos un poco más del aislamiento y la pobreza. Los tenistas galos, en ese mismo período, han ganado su querido torneo parisino... una sola vez. Presiento que hay muchos franceses que aceptan esta circunstancia con deportividad, pero es evidente que otros no. Algunos franceses son envidiosos. Algunos franceses son tontos.

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