viernes, 29 de junio de 2012

GUINDOS (29/06/2012)

Entra en el salón con aire jovial y relajado, y sus compañeros le reciben con palmadas en la espalda y algún pescozón cariñoso. Contemplando la escena, uno pensaría que Luis de Guindos ha ido a Bruselas a una reunión de compañeros de promoción en lugar de a resolver, junto al resto de ministros de economía, el mayor lío financiero que ha conocido la zona euro. ¡Un político español que habla inglés con soltura! En Europa deben estar flipando en colores. Ideologías aparte, al examinar el currículum de De Guindos se tiene la confortable sensación de que en este país, después del extraño e ilusionante período en el que prácticamente cualquiera podía llegar a ser ministro de algo (hasta un servidor miraba el móvil con nerviosismo cuando se rumoreaba una crisis), hemos regresado a prácticas gubernamentales más sensatas: se nombra ministro solo a quien tiene la capacidad y la formación para serlo. Luis de Guindos ha sido director general, secretario de estado, y posee una amplia experiencia en el sector privado, incluyendo su paso por el fatídico banco de inversiones Lehman Brothers. Sin embargo, para ser ministro de economía de España en los tiempos que corren, hace falta algo más que carácter o un currículum vistoso: hay que ser un buen actor. Por una curiosa relación simbiótica, el intérprete contagia al público su estado emocional; el mal actor trasmite inseguridad, y el bueno, confianza y optimismo. No sé si Luis de Guindos es un buen financiero – confío en que sí – pero, al menos, demuestra ser un actor notable, en el sentido más noble de la palabra. Verle aparecer en las reuniones de Bruselas con su calva bronceada y la sonrisa puesta, nos hace concebir la esperanza de que un abismo negrísimo no se nos tragará a todos. Quizá sea una ilusión. Pero de ilusión también se vive.

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