Cuando escribo estas líneas, suenan tambores de guerra en
Oriente Medio. En realidad, nunca dejaron de sonar. Tras dos años de guerra
civil en Siria con más de 100.000 muertos, las potencias occidentales parecen
decididas a una intervención militar, espoleadas por los informes que alertan
de que el régimen de Bashar al-Asad ha empleado armas químicas contra la
población civil. La complejidad del asunto es formidable. Por un lado, el
régimen baathista de Damasco, teóricamente más laico que religioso, apoyado por
Rusia, Irán y grupos radicales como Hezbolá; por otro, una amalgama de rebeldes
que incluye desde demócratas hasta una nutrida representación de Al-Quaeda,
apoyados por las potencias occidentales y la Liga Arabe. ¿Alguien
se aclara? De lo que no hay duda es que esto es un avispero del tamaño de un
cesto de la ropa sucia. Desde Washington se asegura que el objetivo del ataque
no es defenestrar a Bashar al-Asad sino dar una respuesta contundente al empleo
de armamento químico prohibido. ¿Se trata entonces de una simple reprimenda?
¿Cuántos cachetes – léase misiles – se le administrará al díscolo presidente
sirio? Por favor, que alguien presente pruebas contundentes del ataque químico;
el precedente de las armas de destrucción masiva irakíes que nunca aparecieron
debería servir de advertencia. Si ese ataque se produjo, adelante con los
faroles. Sacudir avisperos no parece sensato, pero tampoco lo es contemplar
cómo se hacen cada vez más grandes y permitir que personajes indeseables se
pasen el Derecho Internacional Humanitario por el arco del triunfo. Espero que
acierten. Por las pobres gentes de Siria, en primer lugar. También por
nosotros, los occidentales. La experiencia nos ha enseñado que entrar en una guerra
es fácil. Lo complicado es encontrar la puerta de salida.
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Interesante con una opinión sensata. Ya es tiempo que el imperio de las tinieblas nucleares olvide su prepotencia como anfitrión del crimen y deje en paz a los muchos pueblos que ha dividido para crear fortuna, arbitraria y asquerosamente.
ResponderEliminarMuchos países agredidos en la II guerra mundial poseen los artefactos más dañinos para el planeta por culpa de los que se creyeron capitalistas para toda la vida; y no va, se acabó ese tiempo del poder absoluto. La historia lo está confirmando día a día.