viernes, 21 de marzo de 2014

AFRICANOS (21/03/2014)

Si vinieran a quemar cosechas, a violar a las mujeres y a vendernos a todos como esclavos, la situación sería preocupante pero de solución extremadamente sencilla: cuando asomara el primer grupo de subsaharianos por el monte Gurugú, el glorioso ejército español les recibiría a cañonazo limpio, la sociedad aplaudiría y las banderas rojigualdas ondearían en los balcones como si hubiéramos ganado otra vez el mundial de fútbol. Pero los miles de desharrapados que aguardan al otro lado de la valla de Melilla no vienen a invadirnos. Quieren cosas sencillas y pacíficas: trabajar, ganar un sueldo y tener una familia. Esto convierte a la situación en relativamente menos preocupante pero de solución dificilísima. Por un elemental sentido de la humanidad, el cañonazo queda descartado. ¿La pelota de goma? Ya empiezo a sentir como el terreno se hace blando bajo mis pies. Vamos a ver, cuando mil tíos corren hacia la valla gritando y tirando piedras como panes, algo habrá que hacer, digo yo. Quizá no más de lo que haría un policía antidisturbios cuando una manifestación se sale de madre en una ciudad española, pero tampoco menos. La frontera, por muy antipático que resulte, debe regularse y protegerse. La otra cuestión es qué podríamos hacer los europeos para ayudar al desarrollo de los países africanos de origen y contener esta marea. Es obvio que mucho más de lo que hacemos. En el terreno económico, hay que fomentar inversiones y acuerdos comerciales; en el político, apoyar a gobiernos democráticos que espanten la corrupción y el extremismo. En definitiva, hay que mojarse, y con la cartera por delante. Dentro de poco, mirar hacia otro lado – especialidad europea por excelencia - ya no valdrá de mucho. Porque vendrán por todas partes. Y no habrá valla lo bastante alta para detenerlos.

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