viernes, 18 de julio de 2014

EL CARISMA HA VUELTO (18/07/2014)

“Carisma: especial capacidad de algunas personas de atraer o fascinar”, reza el diccionario de la Real Academia de la Lengua. El recordatorio no está de más, porque la aparición de Pedro Sánchez como nuevo secretario general del PSOE – y tómese lo de aparición en un sentido casi milagroso -  supone el regreso a la política española del elemento carismático después de varias décadas de ausencia. Los comienzos de la democracia fueron época pródiga en individuos de marcado carácter, que añadían a los presuntos atractivos de sus ideas otras cualidades más personales: el físico, la forma de ser, de hablar y hasta de prometer, aptitud imprescindible en todo político que se precie y que Adolfo Suárez elevó a la categoría de arte. La caída de Felipe González puso fin a esta etapa de política carismática y como buenos españoles, fieles seguidores de la ley del péndulo, nos entregamos exactamente a lo contrario. La falta de carisma pasó a cotizarse como valor seguro en el mercado de los candidatos a la presidencia del gobierno. Como resultado, los líderes de los dos partidos mayoritarios han adolecido en los últimos años de una clarísima falta de atractivo personal, y entiéndase esto sin ningún animus injuriandi. Eran personas de valía, indiscutiblemente, pero incapaces de activar en el electorado esos resortes emocionales que los norteamericanos, maestros de la mercadotecnia política, conocen tan bien. Si Aznar, Zapatero, Rajoy o Rubalcaba hubieran tratado de hacer carrera en los Estados Unidos, no creo que hubieran pasado de concejales en algún pueblo perdido. Para bien o para mal, esos tiempos han pasado. Contra pronóstico, el viejo rey dejó paso a su heredero, más joven y con mejor imagen. Llegó Pablo Iglesias y ahora Pedro Sánchez. No serán los últimos. El carisma ha vuelto, y sospecho que para quedarse.

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