domingo, 29 de noviembre de 2015

CULTURA (27/11/2015)

El mejor antídoto contra la violencia es la cultura. Una de las causas más probables de la desaparición del espíritu guerrero en las sociedades europeas fue la generalización de la cultura. El cultivo de las artes dejó de ser un monopolio de las élites y, casi al tiempo, a los jóvenes europeos se les enfrió el ardor patriótico y dejaron de considerar a la guerra como una actividad honorable y propia de caballeros. Desgraciadamente, el conflicto sirio - por poner un ejemplo de dramática actualidad - no se arregla con exposiciones de arte contemporáneo o cursos de escritura creativa. La cultura es una planta de crecimiento lento y solo se desarrolla en un ambiente propicio, empapado de libertad y tolerancia. Eso es algo que sabe muy bien alguien como Daniel Barenboim. El afamado director de orquesta lleva años utilizando la música para acercar a jóvenes israelíes y palestinos, inyectando una dosis de cultura en el corazón de uno de los conflictos políticos más enconados de todos los tiempos. Aparentemente, una gota en el océano; en una realidad más profunda, una apuesta por la paz con repercusiones insospechadas. Esta semana, el conservatorio de Alcañiz acoge a un grupo de estudiantes suizos en el marco de un intercambio cultural con el conservatorio de Ginebra. Afortunadamente, las relaciones entre el Bajo Aragón y el cantón ginebrino no pueden ser más pacíficas. Sin embargo, eso no resta valor a la iniciativa. A buen seguro, la experiencia de convivencia entre suizos y alcañizanos será enriquecedora y dejará una huella imborrable en unos y en otros. Cultura de paz, en definitiva. El viernes por la tarde, además, un magnífico concierto en el teatro de Alcañiz. Por una bendita casualidad, mi sobrino Julio, alumno del conservatorio de Ginebra, formará parte de la orquesta. Comprenderán que no pienso perdérmelo.     

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