La presencia de Pedro Sánchez y Mariano Rajoy en el programa de
entrevistas “En tu casa o en la mía” ha sido el espaldarazo definitivo a su
éxito. Bertín Osborne es el hombre de moda. Los directivos de las cadenas se preguntan
cómo podrían repetir el milagro de un 24% de share con un producto tan barato.
Los políticos de segunda fila maquinan para que el jerezano les invite, y que
toda España vea lo divertidos que son después de tomarse un par de vinos. La progresía
patria, que le tiene bastante tirria por aquello del señorito andaluz y el
apellido pijo, se devana los sesos para no desgastar demasiado las palabras
“caspa” y “rancio”, que les son tan queridas. Sospecho que a Bertín estas
críticas le traen al pairo. Después de recorrerse los escenarios de toda España
durante casi 40 años como el latin lover nacional, ha acumulado la experiencia
suficiente para saber que es imposible gustar a todo el mundo y que el éxito
siempre granjea enemigos, aunque seas el tipo más simpático del mundo. Y luego
está el casoplón, la guapa mujer venezolana, sus hijas estupendas, el metro
noventa, la sonrisa de pícaro conquistador... Los motivos para despertar
envidia se le amontonan. Personalmente, no me cuesta nada alegrarme de su
éxito. Por encima de sus cualidades musicales, que tampoco desdeño, o de su porte
de galán clásico, siempre he valorado su personalidad. Bertín es un tipo que no
se esconde, que dice lo que piensa y que no va por ahí criticando al personal.
Cuando en la vida le han venido mal dadas -en ese justo momento en que se sabe
de qué pasta está hecho cada uno- ha sido coherente y ha plantado cara. Lo
demostró en uno de los episodios de su programa, cuando apareció junto su hijo,
afectado de una grave enfermedad. Lo hizo con naturalidad. Con valentía y sin
alardes. Como lo hacen las personas de bien.
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