viernes, 11 de diciembre de 2015

EL TIEMPO DE LOS DESENGAÑOS (11/12/2015)

Los líderes políticos son como los entrenadores de fútbol: disfrutan de momentos de gloria, pero a todos sin excepción les llega la caída. En el caso de una actividad tan poco sofisticada como el fútbol, el azar interviene para que tarde o temprano se dé la combinación fatal de resultados que lleven a la destitución del entrenador. En el caso de la política, el problema reside en una falsa ilusión que se repite una y otra vez. El ciudadano cree que los políticos pueden - ¡y deben! – hacer que desempleo baje, los sueldos suban, los precios bajen, los servicios sociales lo cubran todo, y que la sanidad y la educación sean gratuitas, universales y de alta calidad. Una tarea titánica y, por desgracia, irrealizable. Fatídicamente, la ilusión por todos los proyectos políticos renovadores acaba desvaneciéndose y sus líderes arrinconados en alguna sinecura oficial, desprestigiados y viviendo de la gloria pasada. Cualquier político profesional conoce este destino, pero el ansia de poder es más fuerte. Su mayor irresponsabilidad consiste en hacer promesas que no podrán cumplir – obviamente, para lograr los votos necesarios - en lugar de plantear los problemas de una forma más realista. Por ejemplo, reconociendo que para que una sociedad mejore, sea más productiva y más pacífica, se requiere el esfuerzo individual de cada uno de sus miembros. Que el político puede crear las condiciones que favorezcan la prosperidad, la justicia social o la igualdad de oportunidades, pero jamás podrá por sí solo conseguirme trabajo, dar un giro a mi negocio o mejorar mi formación. Todo esto lo tendré que hacer yo, y esa será mi responsabilidad. Lógicamente, este discurso no existe, y menos aún en estos días. Hoy los políticos prometen y los votantes nos ilusionamos. En el fondo, la campaña electoral es una fiesta. Disfrutémosla. Ya llegará el tiempo de los desengaños.

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