miércoles, 28 de junio de 2017

LOS BUENOS GANAN SIEMPRE (11/06/2017)

Hoy parece una provocación. La frontera entre bondad y maldad se ha vuelto tan borrosa que muchos prefieren refugiarse en el relativismo moral antes que aventurar un juicio. Según ellos nadie sería completamente bueno o malo porque como dijo el poeta "nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira". El mundo está lleno de ejemplos de esta sutil evolución. Figuras que un día pasaron por dechados de bondad, como la beata Teresa de Calcuta, han sido señaladas por el motivo contrario: por ser demasiado imperfectas o directamente malas. De la misma forma, la vida de un personaje de maldad legendaria como el narcotraficante Pablo Escobar ha sido argumento para una serie de televisión que ha glorificado su figura hasta extremos peligrosos. ¿Cómo van a ganar siempre los buenos si ya no sabemos ni quiénes son? 
No seamos tan apocalípticos. Para que este revisionismo moral se esté produciendo han sido necesarios algunos cambios muy positivos. El primero de ellos, la democratización de la información. Gracias al universo digital hoy es muy difícil mantener a la sociedad en la ignorancia respecto a casi nada. Los mentirosos y los defraudadores lo tienen más difícil que nunca. Un ejemplo reciente: si eres el fiscal anticorrupción y tienes el estómago - por emplear un noble aparato anatómico y obviar otros que vienen en pareja - de tener una sociedad en Panamá, más tarde o más temprano te van a pillar. El segundo gran cambio es menos tangible pero mucho más profundo: la exaltación de la empatía. Al ser humano le interesa cada vez más comprender el origen del comportamiento de sus congéneres para incorporarlo a sus juicios. Si ejercitamos la empatía y somos honestos con nuestros semejantes, descubrimos que alguien nacido en un medio social marginal va a tener muchas más posibilidades que nosotros de convertirse en un delincuente. Tomemos el caso de Eleuterio Sánchez, "El Lute". De siniestro personaje con el que se amenazaba a los niños durante el franquismo - "o te tomas las lentejas o llamo al Lute" - pasó a ejemplo de reinserción tras su paso por la cárcel y la divulgación de la historia de su vida. 
Hoy sabemos que en la valoración del bien y del mal conviene andarse con cuidado; que juzgar moralmente al prójimo es tarea delicadísima en la que es fácil equivocarse por falta de información o porque, finalmente, el centro psíquico de decisiones de una persona es inaccesible para el resto del mundo. ¿Equivale esta realidad al triunfo del relativismo? ¿El bien y el mal han dejado de existir? En absoluto. El haber tomado conciencia de la dificultad de su medición no significa que el bien y el mal hayan desaparecido. El concepto filosófico más humano que existe, ese que no puede explicarse por ninguna ciencia exacta conocida y que nos hace únicos, la dualidad amor-odio que subyace al dilema moral al que nos enfrentamos cada persona desde que damos la primera bocanada, sigue tan vigente como siempre. Lo significa todo. Lo ilumina u oscurece todo. Demostrarlo empíricamente no es complicado. Por desgracia, el terrorismo yihadista nos recuerda hoy que existen comportamientos humanos que destilan un odio incompatible con cualquier razonamiento. Que son el mal en estado puro. 
Serán derrotados, no me cabe duda. Como lo fueron el nazismo, el estalinismo o cualquier otro movimiento maligno del pasado. Porque el mal solo se engendra en el corazón de los débiles. Porque el amor es propio de los fuertes. Porque los buenos ganan siempre.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario