viernes, 10 de abril de 2009

OPOSICION (10/04/2009)

Así son las reglas del juego democrático: el partido político vencedor en las elecciones ocupa el gobierno y el segundo partido más votado ejerce labores de oposición. No lo hemos inventado en España. Funciona así en democracias mucho más añejas y consolidadas que la nuestra. Lo que ya no tengo tan claro es que la aplicación práctica de este principio sea también igual en todos los países. Me temo que no. En España la dinámica gobierno-oposición es fácil de describir: el gobierno actúa y la oposición, con independencia de cualquier otra circunstancia, se opone. Con la precisión de un reloj suizo. Con la fatalidad de las leyes de la física. Se puede hundir la economía, estallar la Tercera Guerra Mundial o volver las diez plagas de Egipto, no importa. La oposición se opondrá. Si un meteorito gigantesco se dirigiera contra la Tierra, apuesto a que la oposición en España emplearía sus últimas horas en criticar los planes de infraestructuras del gobierno o el diálogo con ETA. Es indiferente de qué partido político se trate: con pequeños matices de estilo, PP y PSOE ejercen la oposición de forma muy parecida. Cuando las cosas van medianamente bien, la economía marcha y se respira cierta paz social, esta forma de hacer política llega a ser tolerable. Es parte de nuestra idiosincrasia, dirán los sociólogos. Como la paella, los toros o los capirotes de Semana Santa. Sin embargo, cuando estamos sumidos en una crisis grave, el espectáculo de ver a los políticos tirarse las cosas a la cabeza y de canto, por sistema, es irritante, deprimente y agotador. Irrita ver tantas energías estúpidamente malgastadas. Agota lo repetitivo del asunto. Deprime la certeza de saber que a la oposición le preocupa más alcanzar el poder cuanto antes que el bienestar de la comunidad. ¿Alguien dijo patriotismo?

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