viernes, 4 de junio de 2010

LA VENTANA (04/06/2010)

Es la tienda más grande del mundo. En ella es posible comprar un salmón recién pescado en las frías aguas de Alaska, un delicado jarrón de la dinastía Ming, o los servicios de una madre de alquiler, todo sin levantarse de la silla. Una fuente de conocimiento equivalente a millones de bibliotecas, desde lo más sofisticado a lo más mundano. Cómo montar una cabeza nuclear, estudiar la carrera de arquitectura o descubrir que hay más de cincuenta nudos de corbata distintos. Todas las posturas, todas las aberraciones, hombres y mujeres de todas las razas, desnudos, con la deliberada intención de excitar nuestras libidos. Entretenimiento ilimitado, tan accesible, que a veces añoramos los tiempos en que se pagaba por él. Redes sociales, foros, chats, bálsamos para la soledad en todos los idiomas. El freaky descubre que no está tan solo y que quizá los freakies seamos todos los demás. Internet, el invento más revolucionario de la historia de la humanidad... El discurso no le ha convencido. Mi jefe dice que pierdo mucho el tiempo, que desde que llegó el ADSL mi productividad ha caído por los suelos. Que c´est fini. Que me lo corta. Me he puesto trascendente- “¿no deberíamos sentirnos afortunados por haber asistido a su nacimiento en el minúsculo lapso de nuestras humildes vidas?”- poético- “una ventana abierta a todos los paisajes del mundo, ¿y me pide usted que no me asome?”- práctico- “mientras navego mejoro muchísimo mi inglés”. Inútil. Mi jefe se ha puesto borde. Dice que si quiero ventanas, que me asome a la de la oficina, que da a un lavadero de coches precioso. ¿Saben lo malo del asunto? Que mi jefe soy yo. ¿Y algo todavía peor? Que desde que no tengo internet en el trabajo, rindo tanto que se me está poniendo cara de oriental. Va a resultar que mi jefe tiene razón.

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