viernes, 3 de diciembre de 2010

WIKILEAKS (03/12/2010)

Al principio pensé que se acababa el mundo. Un jovenzuelo de 22 años había sido capaz de robar varios gigabytes de documentos ultrasecretos de la diplomacia norteamericana, con el sofisticado sistema de grabarlos en un cd camuflado con una foto de Lady Gaga. Surrealista. John Le Carré debió plantearse muy seriamente abandonar las novelas de espionaje y dedicarse a los cuentos infantiles. Al final no ha sido para tanto. En primer lugar porque los promotores de Wikileaks han ignorado una ley económica fundamental, la de la escasez, que aconseja que los bienes escasos deben ser racionados para que sigan siendo percibidos como valiosos. Hacer públicos 250.000 documentos ha saturado el mercado informativo de una forma tan brutal, que la revelación más jugosa y políticamente sensible del mundo nos parece hoy una anécdota. Dentro de la categoría de hombres públicos que son exactamente como parecen – Berlusconi, Putin y compañía – no se puede decir que las filtraciones hayan hecho demasiados estragos. Sus reputaciones eran, probablemente, irrecuperables. Sin embargo, el sector más maquiavélico de la profesión política – aquellos que no son exactamente lo que parecen, es decir, casi todos – sí que se ha visto algo tocado por el escándalo. Ahora resulta que el gobierno español estaba lleno de halcones que decían “sí señor” a cualquier sugerencia del embajador estadounidense. En todo caso, nada irreparable. Ninguna de las categorías de documentos top secret del Departamento de Estado se ha visto afectada por la filtración. Como mucho se han destapado algunas cartas y se ha descubierto a jugadores con barajas marcadas. Al final, como en las películas de Hollywood, todo habrá sido un complot orquestado por los propios americanos. Relájate John, tienes best-sellers para rato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario