viernes, 11 de marzo de 2011

OBSESIÓN SUIZA (11/03/2011)

Decía el personaje de Orson Welles en El tercer hombre, que en treinta años de dominación de los Borgia, Italia conoció guerras, matanzas y asesinatos... pero también a Miguel Angel, Leonardo y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? ¡El reloj de cuco! Qué verdad tan dolorosamente cruel, amigos de la neutral Suiza. No se puede tener todo en esta vida: unos paisajes de postal con vaquitas y cumbres nevadas, un régimen político modélico, la fortuna de medio mundo a buen recaudo en los sótanos, y además, aspirar a tener unos artistas rompedores y revolucionarios. Si quieres a Goya, necesitarás un Fuendetodos, con su cierzo inclemente y su terruño al que hay que arrancarle el sustento a puñetazos... Pero seamos justos. Después de todo, Ursula Andress es suiza. Y Le Corbusier, y Giacometti. El año pasado, por conseguir una de las esculturas en bronce de este último, una viuda rica brasileña y otros cuatro anónimos pujadores representaron en Sotheby´s una escena a medio camino entre el surrealismo y la inmoralidad. La subasta se les fue claramente de las manos: pasado el calentón, la brasileña se encontró con el hombrecillo alargado de Giacometti en el cuarto de estar y con un roto en la cuenta corriente de 104 millones de dólares, la cantidad más alta pagada por una obra de arte en toda la historia. La tontería ha tenido sus consecuencias. El mes pasado apareció en un almacén de Maguncia, Alemania, una colección de Giacomettis falsos tan grande, que parecían los guerreros chinos de terracota. Los acabarán vendiendo en el Ikea... ¿Qué me pasa últimamente con los suizos? ¿Será envidia sin digerir? ¿Su 4% de paro? ¿Sus políticos discretos y honestos? Rediez. Siempre nos quedará Nadal.

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