viernes, 4 de marzo de 2011

EL CASCABEL DE GADDAFI (04/03/2011)

Decía Winston Churchill que la democracia era el peor de los sistemas políticos posibles... si se exceptuaban todos los demás. Sabía bien de lo que hablaba. Durante el otoño de 1940, cuando el Reino Unido se enfrentaba en solitario a la temible máquina de guerra de Hitler y sobre Londres llovían bombas, Churchill suspiraba por reuniones del gabinete de coalición que presidía, en las que todos expresaran su opinión y al final se hiciera lo que él decía. Y es que para alguien con ambición de poder, proyecto político y talento para llevarlo a cabo (esto último puede no ser necesario; a veces basta con que el sujeto se lo crea), los mecanismos de la democracia pueden llegar a ser una molestia insoportable. El parlamento, las elecciones, los mismísimos ministros... ¡qué pesadilla! En estos días en que el mundo árabe anda convulsionado por un proceso de democratización de resultados todavía inciertos, habría que advertir a sus apasionados partidarios que el sistema democrático no es la panacea de todos sus males. La celebración de elecciones periódicas para elegir a los representantes del pueblo no garantiza que los vencedores sean siempre los mejores candidatos posibles. Ni siquiera que sean buenos. Lo que sí garantiza, y aquí reside la mayor grandeza de la democracia, es que se les pueda echar del puesto, pasado un tiempo prudencial, sin demasiadas complicaciones. A un dictador no se le echa ni con agua hirviendo. A ver quién es el valiente que le dice ahora a Muammar Gaddafi, con buenas palabras, que haga el favor de irse; quién le pone el cascabel al gato libio cabreado y panza arriba. Me temo que este digno sucesor de Calígula y Nerón, capaz de nombrar senador a un camello o de pegar fuego a Trípoli mientras toca la lira, no se va a ir por las buenas. Espero que no tenga que venir la Sexta Flota.

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