viernes, 13 de mayo de 2011

PROPAGANDA (13/05/2011)

Al ver el buzón lleno de sobres voluminosos, al principio te asustas. Te vienen a la cabeza logotipos de la Agencia Tributaria y películas ultrarrápidas protagonizadas por policías municipales que te empapelan con impresos de color rosa. El terror dura poco. De pronto caes en la cuenta de que las multas de tráfico y las notificaciones de Hacienda son finas como cuchillos y no necesitan demostraciones de fuerza: un papel de apenas diez gramos se basta para arruinarte el presupuesto de todo un mes. ¿Me habrá tocado el sueldo de Nescafé para toda la vida? La euforia dura todavía menos: jamás enviaste las etiquetas necesarias. En pocos segundos, la decepción se impone: los partidos políticos se han puesto de acuerdo, el mismo día, en llenar tu buzón de “Envíos postales de propaganda electoral”, y como parece que no confían demasiado en el diálogo matrimonial, te los envían por duplicado, uno para tu cónyuge y otro para ti. Una orgía de papel reciclado. El contenido de los sobres se parece bastante: la clásica carta del candidato, burdamente personalizada con una falsa firma manuscrita, que toca todas las teclas del piano político. Todos los partidos se declaran contrarios a la corrupción, austeros pero eficaces, sostenibles, preocupados por el bienestar social, y prometen maravillas sin subir los impuestos. Incluyen también la lista de los candidatos y el sobre para introducir en la urna. Al parecer, los jefes de campaña tienen la esperanza de que, en un calentón de entusiasmo, metamos la papeleta en el sobre, lo cerremos con goma arábiga, y lo tengamos guardado hasta el día de las elecciones. No es mi caso. En casa, la propaganda electoral va directamente del buzón a la basura. Un año me salió una urticaria muy fuerte al abrirla. Alergia al polen, me dijeron. Sí, claro, dije yo. Y desde entonces, ya no me fío.

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