viernes, 2 de septiembre de 2011

DEPRISA, CORRIENDO Y MAL (02/09/2011)

Solía ser en domingo, después de un largo fin de semana de holganza, a las once de la noche. Mi madre entraba en la habitación y me sorprendía copiando precipitadamente alguna entrada de la enciclopedia Salvat, para un trabajo escolar encargado semanas atrás. Su sentencia era inapelable: “¡A última hora, deprisa, corriendo y mal!” Qué lástima que el gobierno de la nación y los partidos mayoritarios no tengan una madre para cantarles las verdades antes de irse a la cama. Resulta que un presidente del gobierno que está ya más en el otro mundo que en éste, que ha corrido detrás de la crisis económica durante toda la legislatura (sin alcanzarla nunca), propone ahora la reforma constitucional de más calado de la historia de la democracia. Y lo hace a menos de tres meses de las elecciones generales, cuando, en el Congreso, las decisiones más trascendentes deberían ser el color de la próxima moqueta o el gadget con que se obsequiará a los nuevos diputados. Ni las casas de apuestas habrían podido imaginarlo: no ha sido la reforma del Senado, la que todos dicen querer pero nadie emprende, ni la reforma Leonor, sobre la igualdad de hombres y mujeres para acceder a la Corona. Será la del artículo 135 y elevará la estabilidad presupuestaria a norma de rango constitucional. Si 35 diputados no deciden lo contrario, la reforma se aprobará sin consulta popular. No parece lo más presentable en estos tiempos de agitación social y ansias de renovación democrática pero, nos gusten o no, son las normas que han estado escritas desde 1978. De nada vale ahora rasgarse las vestiduras, como los farisaicos nacionalistas, o hablar de deslegitimación democrática. Dentro de poco se abrirán las urnas, y habrá llegado el momento de expresarse. Mientras tanto, ladeo la cabeza y digo: deprisa, corriendo y mal.

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