viernes, 14 de octubre de 2011

LA LLAMADA (14/10/2011)

Las notas de aquella odiosa melodía emborronaron el silencio de la noche y Mariano, que seguía despierto por culpa del dolor de estómago, tomó dos decisiones fulminantes. Alguien tiene que pararles los pies a estos dichosos asesores, pensó. En primer lugar, se acabaron las comidas populares a base de tortillas de patata y vino rancio - ¡venga Mariano, que no se diga! - y segundo, iba a cambiar la canción institucional incorporada al teléfono móvil por la melodía que tenía antes, mucho menos estridente. Se incorporó para contestar. ¿Pero a quién demonios se le ocurre llamar a las dos de la madrugada? Dígame. ¿Mariano? Sí, ¿quién es? Soy yo, José Luis, perdona por llamarte a estas horas. ¿Pasa algo? A Mariano se le había puesto la voz en modo funeral/atentado/catástrofe natural. Tranquilo, no pasa nada, no ha estallado una guerra ni nada parecido, bromeó José Luis. ¿Qué quieres entonces? repuso Mariano secamente. Te llamo porque... vamos a ver, entre tú y yo, Alfredo lo tiene difícil y lo más probable es que tú acabes siendo mi sucesor... Por cierto, ¿estás estudiando inglés? Luego se pasa muy mal en las reuniones, cuando se largan los traductores y te quedas más solo que la una... Claro que estoy estudiando inglés, le interrumpió Mariano, impaciente. Voy al grano, pues. Mira, Mariano, llegará el día en que estés en la cima de tu poder, y creerás que puedes cambiar el mundo... ¿Qué me vas a decir? le volvió a interrumpir con acritud. ¿Aquello que les decían a los generales romanos para que el triunfo no se les subiese a la cabeza? No, contestó José Luis, en eso ni me molesto, porque se te subirá. Solo quería decirte que lo disfrutes mientras dure porque todo lo bueno pasará. Para no volver. Mariano guardó silencio unos instantes antes de contestar. Gracias por el consejo, José Luis. Buena suerte, Mariano, de verdad.

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