viernes, 23 de marzo de 2012

TRAMPOSOS (23/03/2012)

Lo bautizaron el “toilet-gate”. Durante la celebración del campeonato mundial de ajedrez de 2006, el búlgaro Topalov acusó a su rival, el ruso Kramnik, de esconder un ordenador en el baño para ayudarse de un programa informático. Ni siquiera el ajedrez, el deporte cerebral por excelencia, se libra ya de los tramposos. Vivimos en la era dorada de la trampa. En ninguna otra época de la historia, las posibilidades de defraudar, estafar o mentir han sido mayores. La revolución tecnológica ha hecho posible desde el más tonto de los engaños - crearse una identidad falsa en una red social para parecer más joven y atractivo – hasta el más dañino y devastador – hackear el sistema informático de una institución para robar información con fines delictivos. Miles de oportunidades de fraude nos tientan cada día, a virtuosos y a malvados. ¿Por qué comprarme un disco, una película o un libro, si me los puedo descargar gratis y sin riesgo? ¿Para qué estudiar si puedo copiar en el examen con la ayuda de algún aparatito? Las empresas tampoco se libran de la tentación. ¿Quién no ha sospechado alguna vez de las compañías telefónicas y sus averías, de los fabricantes de anti-virus y los virus, de los bancos y sus comisiones traicioneras? En el deporte, los inventores de métodos dopantes parecen ir siempre un paso y medio por delante de sus perseguidores. La solución al problema parece peliaguda. La misma tecnología que permite la trampa puede proporcionar las herramientas de vigilancia para combatirla pero, ¿estamos dispuestos a aguantarlas? Nos hemos vuelto tan sensibles que a cualquier autoridad que pretenda controlarnos la acusamos rápidamente de ser el “Gran Hermano”. Quizá debamos reajustar algo nuestras prioridades. Eso, o aceptar vivir en un mundo de tramposos.

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