viernes, 3 de agosto de 2012

VANIDAD (03/08/2012)


¿Para qué sirve tener un claustro románico en el jardín, si no lo puedes enseñar? Eso mismo debió pensar algún habitante del Mas del Vent, en Palamós, cuando el fotógrafo apuntó su cámara a la impresionante construcción medieval que se levanta junto a la piscina. Apuesto a que no fue el propietario de la finca, el suizo Kurt Englehorn. Su abuelo compró el claustro en 1958, lo trasladó piedra a piedra hasta su ubicación actual e inculcó a sus descendientes la consigna a seguir en todo lo que concerniera a tan excéntrico legado: la discreción. Durante décadas, todos los visitantes de la finca, incluidos los operarios y personal de servicio, acataron la prohibición de fotografiar las arcadas románicas. Hasta la fatídica visita del reportero francés. Una sola imagen a doble página en la revista de decoración Architectural Digest, ha bastado para arruinar más de cincuenta años de humildad centroeuropea. La revista cayó en manos de Gerardo Boto, profesor de la Universidad de Girona, que reveló al diario El País el insólito descubrimiento. El claustro, de origen desconocido, había sido comprado en 1931 por un anticuario español con la intención de venderlo a algún millonario norteamericano, pero el estallido de la guerra civil había frustrado la operación y retrasado su venta. Cincuenta años después, los peores temores del abuelo Englehorn se han cumplido. El escándalo ha sido notable y sus descendientes se han visto obligados a permitir el acceso de técnicos de la Generalitat para estudiar la obra. ¿Una indiscreción del fotógrafo de la revista? Es poco probable. Me inclino a pensar que a alguien en aquella casa  (¿a Carmen, la esposa española de Kurt?) se le ha desbordado el vaso de la vanidad. Comprendo su angustia. Debe ser terrible tener un claustro románico junto a la piscina, y no poderlo enseñar.

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