domingo, 7 de diciembre de 2014

JUNCKER (14/11/2014)

Dos semanas después de tomar posesión de su cargo como presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker está contra las cuerdas. Una investigación periodística ha revelado que Luxemburgo pactó con cientos de poderosas multinacionales acuerdos fiscales a la carta, mientras Juncker era jefe de gobierno y ministro de finanzas del Principado. Empresas como Pepsi, Ikea o Deutsche Bank, lograban reducir el tipo del impuesto de sociedades al 2%, frente al 28% que rige oficialmente en Luxemburgo o al 21% de la media europea. Es imposible que el político más poderoso del país durante casi dos décadas no supiera nada del asunto. Juncker no tiene intención de dimitir pero desde el Parlamento Europeo piden su cabeza en una bandeja. Quizá la edad me esté volviendo un cínico sin remedio, pero creo que es un error. ¿No es Jean Claude Juncker un pillo? Sin duda. Pero para encabezar el órgano ejecutivo más importante de la Unión Europea prefiero a alguien como él, experimentado conocedor de las triquiñuelas de la alta política, que a un idealista atiborrado de buenas intenciones. El quid de la cuestión está en decidir si el luxemburgués es digno de confianza y estoy convencido de que es así. En estos momentos defiende nuestros intereses, los de todos los europeos, y si eso implica ir en contra de medidas que defendió en el pasado, lo hará sin pestañear. De momento ya ha prometido que trabajará por la armonización fiscal europea y para acabar con la competencia desleal que practican en este terreno, no solo Luxemburgo, sino también Holanda e Irlanda. Si supera el escándalo, es muy posible que hasta se nos vuelva algo más idealista. Que desde su nuevo puesto comprenda que lo legal no siempre es lo más justo. Entonces Juncker se habrá convertido en el gobernante perfecto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario