jueves, 3 de agosto de 2017

EL INCENDIO (30/07/2017)

A Javier Marías, para incendiar las redes sociales, le basta con el papel de toda la vida. A estas alturas de siglo continúa escribiendo sus artículos en una vieja máquina Olympia y proclama que nunca se asoma a un ordenador. Privilegios de ser un escritor reconocido y ocupar el sillón R de la Real Academia Española. Qué oportuno designio. Marías es Rasposo, iRacundo y muy buen aRticulista también, que lo cortés no quita lo valiente y valiente hay que ser para ponerse frente a una de las plumas más afiladas del país. Enemigo jurado de lo políticamente correcto, sus artículos son, más que esa desgastada “brisa de aire fresco”, una racha de viento capaz de convertir la pacífica terraza de verano de una mañana de domingo en un escenario de batalla donde vuelan los cafés y las sillas de los veladores. Una actitud muy saludable, pero no exenta de riesgos. Como el de cometer una injusticia. 
El 27 de junio, el incendio provocado por su artículo fue más grande de lo habitual, solo superado por un incendio real, el de Doñana. “Más daño que beneficio”, aparecido en El País Semanal, desató una ola de indignación que recorrió las redes sociales durante días. El artículo criticaba los excesos del feminismo en la valoración de las escritoras: si cualquier autora por el hecho de ser mujer era elevada a los altares – aducía - se estaba haciendo un flaco favor a la causa de la literatura en femenino. Javier Marías citaba a 23 escritoras foráneas dignas de su admiración y a 6 españolas, advirtiendo que había muchas más. Escritoras sobrevaloradas citaba a una sola, a Gloria Fuertes, con estas palabras: “Con ocasión de su centenario, sufrimos una campaña orquestada según la cual Gloria Fuertes era una grandísima poeta a la que debemos tomar muy en serio. (…) francamente, me resulta imposible suscribir tal mandato.” Desde el principio, el ataque a la poetisa me pareció una bajeza. Por la rapidez de la ejecución y la profundidad de la estocada, una de esas bajezas propinadas con estilete tan afilado que parece que no ha entrado en la carne hasta que la primera gota de sangre se asoma a la herida. Feo, muy feo. Luego vinieron las reacciones en las redes sociales y en casi toda la prensa. Muy pocos defendieron a Javier Marías, que pareció resentirse del rechazo general. Tres semanas después, sin volver a citar a la poetisa pero con su nombre flotando en el ambiente, se reivindicaba como alguien capaz de enfrentarse al todopoderoso Cela. La semana pasada regresaba al incidente, una vez más, justificándose de forma confusa, impropia de él. 
Te equivocaste, Javier Marías. No en el gusto literario, que eso es inatacable, sino en la dudosa oportunidad y en la forma de expresarlo. Emitir un juicio tan demoledor hacia una colega de profesión que fue contemporánea tuya, ya desaparecida pero todavía con muchos amigos y seguidores que la amaron y admiraron, empleando expresiones tan despectivas como “tomar a alguien en serio” referidas a una vida compleja, larga y entregada a tu mismo oficio, es una canallada. Tan grande, que es lícito pensar que pretendías ajustar una cuenta pendiente. Si no fue el caso, tuviste mejores opciones. La primera, callarte, que es lo que te habría aconsejado un buen amigo. La segunda, expresar tu opinión - Gloria Fuertes es una escritora sobrevalorada - pero evitando el menosprecio e incluyendo en el juicio algún elemento positivo. Con tu talento, te habrían bastado un puñado de caracteres. Si lo hubieras hecho, quizás te admiraría un poco más.

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