jueves, 17 de agosto de 2017

NOTICIAS DE BARCELONA (13/08/2017)

Me llegan noticias frescas de Barcelona. Frescas y polvorientas como en los tiempos en que recorrían los caminos de España a uña de caballo. Vivimos en la sociedad más sobreinformada de la historia, pero el testimonio directo de un amigo que vive sobre el terreno en la turbulenta Cataluña te aporta una visión más enfocada que la de los canales de información tradicionales. Inma y Ricardo se han dejado caer por Zaragoza y nos citamos en el Café La Palma para celebrar nuestra amistad y ponernos al día. Cuando uno se encuentra con unos amigos catalanes que hace tiempo que no ve, lo último que se le ocurriría soltar, así, a quemarropa, sería algo como: “¿Qué tal el procés?”. Sería como preguntar a un ulceroso crónico por su úlcera o a un cojo por su cojera. Una falta de tacto imperdonable, más aún tratándose de catalanes sensatos que por fuerza tienen que estar exhaustos de aguantar la propaganda separatista un día sí y otro también. 
Empezamos por temas amables, como el reciente concierto de nuestro admirado Sting en los jardines de Pedralbes, y seguimos con otros más ofuscados, como la crisis turística que vive Barcelona. A juzgar por lo que oigo - insisto, por boca de gente sensata – conviene no mezclar las cosas: el radicalismo violento de grupos que atacan hoteles es una conducta injustificable, pero ello no excluye que exista un grave problema de masificación turística en la ciudad. Quizás resulte difícil de creer desde la óptica tradicional del negocio turístico en España, pero, al parecer, la crisis existe. En el fondo, no es tan difícil de entender: si admitimos que Barcelona es una realidad física que no se expande, cabe la posibilidad de que la llegada creciente de turistas a esta pacífica ciudad haga que amanezca el día en que, sencillamente, ya no se quepa. Inma y Ricardo viven a dos manzanas de la Sagrada Familia. Solo con nombrarles a Gaudí ya les cambia el color. Cuando describen los ríos humanos que inundan su calle todos los días del año, hablan como dos veteranos del Vietnam. 
Y cómo no hablar del procés. Aunque sobra la confianza, espero a que ellos saquen el tema y me sorprendo de encontrarles bastante enteros después de tantos años de conflicto. Confirman que el soufflé independentista está empezando a bajar y que la sociedad catalana, unos y otros, van a llegar a la recta final sin fuerzas. ¿Qué va a ocurrir el 1 de octubre? Nadie tiene la menor idea. Se rumorea en la calle que las famosas urnas están compradas y guardadas a buen recaudo. ¿Qué hará el gobierno central cuando salgan a la calle? Otro gran misterio. La pasividad de Mariano Rajoy en el problema catalán viene de lejos y ha sido una de las razones, en mi opinión, de la expansión descontrolada del sentimiento independentista. Pasividad sobre todo en la pedagogía, a la hora de hablar del asunto de forma abierta y sincera. El presidente del gobierno siempre ha transmitido una imagen de debilidad cuando habla de Cataluña – o mejor, cuando no habla de Cataluña - y esa debilidad la ha captado perfectamente el separatista catalán de la nueva hornada, irresponsable y festivo. Ahora bien, el problema no existiría sin la deslealtad de los políticos catalanes independentistas que nos han metido a todos en este lío. La historia les juzgará con dureza. Antes de despedirnos, Inma y Ricardo me invitan a Barcelona a asistir al clímax de este drama, el próximo 1 de octubre. “Así aprovechas y visitas la Sagrada Familia”- me dicen con sorna. Solo de pensarlo ya me tiemblan las piernas.

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