viernes, 15 de mayo de 2009

CHAQUETEROS (15/05/2009)

Veleta, caprichoso, frívolo, tornadizo, tránsfuga, chaquetero... Está demostrado que cuando se quiere dejar en evidencia a alguien y señalarle con el dedo, la creatividad lingüística se dispara. Parece que el reproche inspira más a los inventores de palabras que la aburrida virtud. Realmente, cambiar de opinión está muy mal visto. Decir Diego cuando antes dije digo, es uno de esos pecados que no se perdonan. ¿Es que nadie se equivoca, entonces? Constantemente. Pero cambiar de opinión implica el reconocimiento de un error y esto nos dejaría en situación de debilidad frente a nuestros competidores. Por desgracia, así funciona el mundo. Personalmente, prefiero a un chaquetero sincero que a un personaje de fachada brillante, incapaz de reconocer que se ha equivocado. El error es la antesala de la sabiduría; la obstinación, el camino recto a la catástrofe. Estos últimos días han sido pródigos en ejemplos de sonoros cambios de opinión. Ignasi Guardans, para escándalo de sus compañeros de CIU, ha aceptado el nombramiento como director del Instituto del Cine; en su día abogó por la desaparición del Ministerio de Cultura. Rosa Aguilar, otrora fustigadora implacable del PSOE, ha dejado alcaldía y militancia en IU para aceptar una consejería en la Junta de Andalucía. Ramoncín, que en 2002 firmó un manifiesto contra el programa Operación Triunfo, se sienta ahora como jurado a la vera del mismísimo Risto Mejide. Adivino lo que están pensando. Cambiar de opinión, a cambio de un puesto remunerado, no tiene demasiado mérito. Según se mire. Llevarán su pasado pegado a la piel, para toda la vida. Algunos, físicamente: en el cadáver de Carlos XIV de Suecia, antiguo mariscal de Napoleón, sus enterradores encontraron un tatuaje que decía: “Mort aux rois” (muerte a los reyes). Su pasado revolucionario le acompañó hasta la tumba.

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